Cuidado con la salud mental

Matías Abaldo es un pibe uruguayo que ya probó la gloria de ser campeón mundial juvenil Sub 20 e integra el plantel de Gimnasia. Terminó 2024 sin poder jugar por una lesión y, cuando se esperaba que volviera este verano, tuvo un incidente con el entrenador en la última práctica antes del partido del miércoles contra Defensor, y se fue de la concentración.

Lo que podría ser un enojoso episodio más o menos común en el fútbol devino un problema de altísima preocupación, Abaldo fue licenciado por Gimnasia y su representante avisó que está bajo contención familiar y atención psiquiátrica, con una alarmante comparación: no quiere -dijo- que le pase lo mismo que al Morro García, el recordado jugador de Godoy Cruz que cayó en depresión y se pegó un tiro.

Más allá de las particularidades que pueda tener el caso de Abaldo, lo que nos advierte es que en el fútbol, como en muchos otros deportes, como en toda la vida misma, la salud mental suele ser un tema casi imposible de abordar, de sincerar, de asumir para pedir y obtener ayuda.

En la alta competencia hay recientes ejemplos de figuras de elite que pausan o abandonan sus carreras para atender los complejos entresijos de la mente; emociones, presiones, frustraciones nuevas y arrastradas, traumas contenidos, disimulados, u ocultos.

Parecía una ley del deporte de élite que eso es parte de las reglas del juego, que el que tiene “con qué” se la aguanta y triunfa, y el que no, se queda en el camino. Pues a la salud mental no hay que cambiarla por ninguna medalla, hay que cuidarla y escucharla cuando nos da avisos de que algo está mal.

No es un tema del deporte; sucede en el espectáculo, en la vida pública y en la vida personal, cada vez más en los jóvenes, que la exponen como nunca en las redes y a menudo no pueden manejar lo que les viene de vuelta.