05/11/2024 07:41hs. Actualizado al 05/11/2024 09:32hs.
Que lo digan los marplatenses de Aldosivi, que todavía siguen de caravana y que hicieron de cada esquina del Puerto, de La Cantera, de Juan B. Justo, de Edison, del viejo Súper Domo, de la Rambla y de la Peatonal, una pequeña Rosario. Que lo digan los tucumanos de San Martín, que a pesar de un nuevo cachetazo, aún anhelan con una segunda oportunidad. Que lo cuenten todos aquellos que quedaron tendidos en el camino, algunos casi de entrada, otros sobre el final… Así de lindo es el fútbol, así de cruel…
El sueño del ascenso a Primera -porque de eso se trata este recuerdo hecho texto- es paraíso para uno y es infierno para el resto. La ilusión de subirse (en la cancha, no en un escritorio) a la máxima categoría, sin embargo, no es novedosa. Es más, este domingo 10 de noviembre se cumplirán 117 años (sí, larguísimos 117) del bautismo de un sistema de altas y bajas que nació algo imperfecto, que disfrutó por un rato el equipo de una paqueta tienda comercial y que padeció (sólo en un principio) el mismísimo River en su protoversión suburbana de Sarandí… Sí, en Argentina, este asunto de subir y bajar siempre fue un tema caótico y controversial. Desde lo emocional, claro, y desde lo reglamentario…
De la tienda Gath & Chaves al histórico Nacional de Floresta
El punto de quiebre llegó allá lejos y hace tiempo. Los empleados de la firma Gath & Chaves, fieles a las costumbres de la época, eran esclavos de lunes a sábado y futbolistas los domingos. El edificio principal donde laburaban, bien porteñocéntrico, era una suerte de actual shopping, donde de todo se conseguía, y que se levantaba con un look arquitectónico de estilo parisino o londinense. Alta gama. Allá por 1905, lejos de la atención al cliente, se anotaron en la Argentine Football Association para jugar en la Tercera categoría. Por entonces, el trámite ‘de afiliación’ no era demasiado complicado.
Cada club-grupo de amigos-compañeros de trabajo, ubicaba la cantidad de XI’s que deseara según un criterio propio de dignidad deportiva: se inscribían con una mano en el corazón y a conciencia. Ninguno iba a jugar en una competencia en la que no le diera la nafta. Era llenar el formulario que entregaba el secretario Francisco Williams en Perú 142 y pagarle 25 pesos de matrícula al tesorero Guillermo Jordan en Belgrano 592. Además, entregar la lista de buena fe con 11 players, designar a un capitán, a un delegado, informar la denominación del club, sus colores, la dirección, la data de la CD, la cantidad de socios, el estadio donde harían de locales y las dimensiones del terreno.
En un fútbol criollo 3.0 que prevé un torneo de 30 clubes en Primera para 2025, ya nada sonroja. Pero a comienzos del Siglo XX, el salto de afiliaciones asustó al elevarse de 7 a 11 y obligó a ponerle cierto orden organizativo al asunto, y más desde la llegada de Florencio Martínez de Hoz, primer apellido ‘argentino’ de la antigua AFA, que empezó a transformar -y a castellanizar- la comunicación interna de un deporte anglófono. Había que regular urgente un torneo in crescendo. “La inscripción en la Primera Liga, como se la llamaba en aquel tiempo, no estaba vedada, y, por lo tanto, varios clubes se incorporaban. Como una forma de filtrar, ya que abundaban los equipos participantes, se decidieron condiciones más exigentes para las canchas, por ejemplo. Es decir, habría inspecciones, y de las duras…”, le cuenta Osvaldo Gorgazzi, miembro del CIFH (Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol) a Olé. Por eso, el club Gath & Chaves ‘desapareció’.
Los empleados de la tienda fueron por más y se anotaron en 1907 en el torneo de Segunda. Allí no se podían utilizar, para evitar publicidades, nombres de comercios ni de escuelas/colegios. Así las cosas, el G&C se transformó en Nacional. Y tener su campo de juego en Lacarra y Directorio, entre las huertas y las flores del Parque Domingo Olivera (actual Parque Nicolás Avellaneda), lo convirtió en Nacional de Floresta, el primero en saber aprovechar el nuevo sistema asociacionista. “Al bloquearse la forma abierta de inscribirse en Primera Liga, se definió que el ganador de la Segunda ascienda y el último de la Primera descienda”, le explicó Gorgazzi a este diario. Y el team de pilcha blanca y azul a rayas verticales la rompió toda. Terminó líder de la Zona C, invicto por encima de Racing de Avellaneda, con 18 triunfos en 20 partidos. Campañón y consagración. Tras eliminar a Quilmes B (2-1) en semis, le ganó la final a River (1-0, gol de Hernán Rodríguez), en la cancha de Ferro (en Caballito, en el mismo lugar que ahora). Pero el árbol tapó el bosque. O el parque…
El fútbol es para los que podan
A Nacional le hicieron la vida imposible. Le buscaron el pelo al huevo. Desde la falta de cal para delimitar las líneas -se usaban juncos- hasta el aporte extra de la naturaleza… “Era la primera vez que entraba en vigencia la norma de ascensos y descensos y, lamentablemente, no se la respetó en la forma debida. Finalizada la temporada, correspondía descender a 2da a San Martín y a Lomas Athletic; como estaban pendientes de resolución por protestar algunos encuentros y, como además, se deba el caso de la desafiliación por disolución de Barracas Athletic, el Consejo Superior decidió dejar a esos equipos en la categoría. Casualmente tampoco funcionó el ascenso ya que le correspondió a Nacional pero la Asociación lo eliminó por cuestiones reglamentarias…”, analizó Jorge Iwanczuk en su biblia Historia del Fútbol Amateur en la Argentina. Pero… ¿Qué volteó a los del Floresta?
“Nacional tuvo dos problemas. Era un equipo áspero para la época, jugaba rudo, lo que no era bien visto por la dirigencia. Pero la oportunidad de ser eliminado del sistema acabó por brindarla el propio club al negarse a talar un árbol que estaba plantado muy cerca de cancha en forma peligrosa para los jugadores”, le agregó Gorgazzi a Olé. Mariano Reyna, el inspector de estadios de la AFA, a pesar del pulgar arriba a las reformas en vestuarios visitantes, baños y cercos perimetrales para evitar las habituales invasiones de terreno, marcó entonces el detalle del ciprés y de la molestia de algunas ramas de eucaliptos. Para darles tiempo, permitió que los de Floresta jugasen sus primeros dos partidos en Primera como visitante. Y los ganaron: 3-1 a Reformer en Campana y 3-0 a Lomas en Banfield.
Las modificaciones totales, sin embargo, no se alcanzaron y, sin dudar, a Nacional le aplicaron el artículo 9 cláusula B del manual de instrucciones y fueron desafiliados. El último argumento en contra fue que las medidas del campo de juego no eran las mínimas requeridas. Y listo. Lo que se ganó en la cancha, se perdió en una oficina. Punto final más allá de un touch & go insignificante en categorías menores años más tarde. Y River, como quien no quiere la cosa, cantó bingo: meses después, en ese 1908, aprovechó ese tendal de jugadores desempleados para reforzarse -entre ellos con el verdugo Hernán Rodríguez- y ascender en tiempos en los que Figueroa Alcorta era un presidente y no una avenida cercana al Monumental de Núñez. ¿Y el viejo Gath y Chaves, qué? En 1921, sus empleados se fusionaron con los empleados de Harrods, otra tienda top de la época, y levantaron una institución, hoy vecina de Excursio en Belgrano. ¿Tiene fútbol? Sólo recreativo…
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Fuente: Olé