04/11/2024 20:49hs.

Hace un año, Boca disfrutaba del pico más alto de la gestión Riquelme. Era la ilusión de la Séptima. Era la fiesta inolvidable de su gente en las playas de Copacabana. Era esa marea azul y oro camino rumbo a la gloria del Maracaná. Era Boca y la Libertadores, otra vez. Como en los viejos tiempos. Sin embargo, desde entonces, desde aquel 4 de noviembre del 2023 a hoy, nada volvió a ser igual. Aun en el dolor de aquella derrota ante el Flu, eran tiempos en los que el hincha había recuperado la esperanza, la mística copera, el orgullo de ver al Xeneize en la elite del fútbol sudamericano.

Pero a partir de ahí, todo se vino a pique. Todo se derrumbó como si de verdad lo construido tuviera la fragilidad y la inconsistencia de un castillo de arena. Como si Río de Janeiro hubiera sido sólo una ilusión óptica, por qué no una fantasía con final inesperado. Rápidamente Boca entró en un tobogán que -para peor- todavía no tiene final.

A tal punto, que la chance de volver ese escenario hoy parece utópico, irreal. Y no sólo por su presente futbolístico. Sobre todo, por los resultados: hoy Boca está más cerca de quedarse afuera de la próxima Sudamericana que de meterse en la Libertadores 2025. Sí, no es un juego de palabras. Tampoco una broma de mal gusto. El equipo de Gago suma 50 puntos, la misma cantidad que Independiente, el último en meterse en zona de copas. Es decir, está al límite, en la última línea, caminando literalmente por la cornisa.

Los hinchas y la marea azul y oro en aquel momento de plena ilusión. (AFP)Los hinchas y la marea azul y oro en aquel momento de plena ilusión. (AFP)

En contrapartida, de la Libertadores hoy está a siete puntos. Y si bien tiene la matemática a favor, porque todavía quedan 21 puntos en juego, es su nivel futbolístico lo que lo pone en alerta roja. Hay un dato irrefutable: tomando las últimas siete fechas de la Liga, Boca es hoy el equipo que menos sumó en el fútbol argentino. Una realidad preocupante que, proyectada a lo que viene, es justamente lo que más inquieta a los hinchas.

Luis Advíncula  

Golazo de Advíncula para igualar el partido

Porque ni siquiera con el nuevo DT logró ese aire renovador que siempre genera un impacto positivo: Pintita ya consumió todo el crédito de la novedad que supone un ciclo que arranca y el equipo, lejos de evolucionar, juega cada vez peor. Así, la Copa Argentina es, hoy, el último salvavidas para no quedarse, otra vez, sin la chance de pelear por la Séptima. Sin embargo, tampoco la tiene fácil: el rival es Vélez, el mejor equipo de la actualidad y principal candidato a campeón.

Causas y efecto

Ahora bien, ¿por qué Boca llegó a esta situación? ¿Por qué en tan sólo un año pasó de estar a un paso de la gloria esta escenario de plena oscuridad, el más crítico de la gestión Riquelme? Hay muchas causas. Entre las futbolísticas, está la inestabilidad que sufrió en la conducción técnica. Tras la salida de Almirón, Riquelme se la jugó con Diego Martínez, un DT sin espalda ni trayectoria para el banco xeneize, y la apuesta le duró nueve meses. DM no sólo no encontró una identidad, sino que sucumbió ante el poder del Consejo y su ciclo se fue desgastando a pesar de haber logrado eliminar a River en el último mano a mano por la Copa de la Liga. Luego de eso, quedó out de ese torneo, también de la Sudamericana en octavos de final (una instancia prematura) y dejó al equipo con deudas de todo tipo.

Riquelme apostó por Martínez y no le fue nada bien. (EFE)Riquelme apostó por Martínez y no le fue nada bien. (EFE)

En el medio, Martínez también sufrió los conflictos de Boca con sus referentes. Uno, que lo tuvo a él de protagonista: Darío Benedetto, a quien colgó luego de un cumpleaños poco feliz. Pero más allá del Pipagate, los otros casos limaron el ciclo. De entrada se quedó sin el Colo Barco, que ejecutó su cláusula para irse a Inglaterra; luego tampoco pudo contar con Valentini, apartado por el Consejo por no renovar su contrato; también se quedó sin Equi Fernández, clave en su mediocampo, otro que salió por la cláusula; y en el último tiempo también pagó los platos rotos de la situación de Pol Fernández y sus vaivenes. Al punto que él lo borró tras el superclásico y hoy, con Gago, podría volver a ser titular. Esas idas y vueltas fueron, sin dudas, afectando el clima interno.

Benedetto pasó de ídolo a irse por la puerta de atrás. Hubo otros jugadores en conflicto.Benedetto pasó de ídolo a irse por la puerta de atrás. Hubo otros jugadores en conflicto.

Los refuerzos de baja talla fueron el otro mal de Boca en este tiempo. Es cierto que, en el primer semestre, los que llegaron rindieron: Zenón, Blanco y Lema, en orden de prestación. Pero los que arribaron en el último mercado aún no estuvieron a la altura: desde Medel y su chapa, pasando por Miramón, Belmonte, Aguirre y Martegani. Acaso el que mejor respondió, por sus goles, fue Milton Giménez, aunque no llegó para ser titular.

Medel y Belmonte aún no estuvieron a la altura. (Prensa Boca)Medel y Belmonte aún no estuvieron a la altura. (Prensa Boca)

En el medio, el equipo también falló en situaciones decisivas. Después del golpazo en Río de Janeiro que lo dejó sin la Séptima, quedó eliminado por Estudiantes en las semifinales de la Copa Argentina 2023 y así se quedó afuera de la Libertadores de este año. Lo mismo ocurrió en la Copa de la Liga 2024, también con el Pincha como verdugo y con otra expulsión evitable que complicó todo (Lema): out en semis y sin chances de ganar un título que le daba el pasaje directo a la Copa 2025. Lo que siguió fue la eliminación de la Sudamericana, también con otra roja (la de Advíncula) que condicionó todo. Y eso le siguió una derrota en el último superclásico que condenó al ciclo Martínez, con más consecuencias: la pelea de Chiquito Romero con la gente le sacó la capa de superhéroe que se había ganado precisamente por la Copa 2023. Pasó un año, sí. Pero Boca ya no Río: sufre…

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Fuente: Olé

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