Borja: de los silbidos y la suplencia a un gol que festejó a puro desahogo

Esos puños apretados, con las venas sobresaliendo de la piel, y el grito desaforado de gol formaron el desahogo que necesitaba. Es que después de haber sido el jugador de River que quedó más expuesto tras la eliminación ante Atlético Mineiro, en la previa recibió algunos silbidos en el Monumental y Marcelo Gallardo decidió que fuera al banco. Parecía ser una tardecita difícil para Miguel Borja, sobre todo por el quiebre en la relación con aquellos hinchas que supieron bailar al ritmo del Colibrí. Sin embargo, el #9 demostró sus ganas de recomponer las cosas con lo que mejor sabe hacer: convertir. Así, en poco más de 20’ en cancha, cortó su sequía con una definición de goleador nato y le dejó en claro a todo Núñez que no perdió su instinto animal en el área.

Es extraño que el killer de los 29 gritos (hizo uno más para Colombia) en 46 jugados en el año en el CARP sea discutido, aunque el murmullo se explica por el hecho de no haber aparecido cuando el equipo más lo necesitaba. Y consciente que de acá a diciembre formará parte de un proceso de evaluación general por parte del Múñeco, dio la muestra de motivación que le faltó en las semis de la Copa.

Luego del clásico ritual arrodillado en el césped y con los brazos extendidos hacia el cielo, las pidió a todas sin volverse loco -aun cuando Bareiro abusaba de la personal-, colaboró en defensa y a metros del arco, el hábitat donde se siente más cómodo, capturó una pelota que le quedó larga al Pity Martínez y sacó un potente derechazo al primer palo, desde un ángulo que no era sencillo. “Hasta a él le hizo bien salir del centro de atención. Entró e hizo el gol, algo rarísimo, pero que pasa”, expresó el Muñeco al ser consultado sobre su decisión.

Después de decirle chau a la mufa tras aquel penal ante Vélez y un último gol de jugada que había sido ante Atlético Tucumán, en los últimos seis partidos del año -se perderá el siguiente ante Instituto por haber llegado a la quinta amarilla en el festejo- MAB no sólo intentará convertir los nueve que le faltan para alcanzar su mejor marca personal, la que alcanzó en 2016.

A sus 31 años y con una cláusula de rescisión que bajará a u$s 4.000.000 a partir del 1° de enero, se vendrán meses/días determinantes para su futuro, en los que su desempeño personal determinará si recupera el crédito con la gente y con MG para ser otra vez ese killer de la era Demichelis; o si aprovecha esa nueva cifra -tentadora y accesible para mercados como la MLS- en la búsqueda de un cambio de aire.