“No sabes cuando le das un plato de comida a los chicos de la calle, se bailan, pobrecitos, por la comida, y es una alegría total repartiendo platito de comida con ellos”, así le nace decirlo a Elvio Espíndola, que llegó a la Argentina desde Paraguay a los 28 años. Su tonada paraguaya es irreproducible desde lo escrito. Su cadencia.
Él no sabe que esto termina en un artículo, yo tampoco lo sabía porque su historia recién la conozco por cruzar algunas palabras vía WhatsApp. Hace mucho no hablamos y el Espíritu Santo se ve que movió sus fichas para que retomemos el diálogo que había quedado en septiembre del 2023 tras vernos en un evento de la iglesia por las infancias, en el barrio de Soldati. Elvio ahí estaba de parrillero de unos cientos de choripanes. Alimentó unas 500 personas. Una de sus siete hijas atendía a los hambrientos. A ellos les hice fotos que después le envié.
Ahora retomando la charla me vengo a enterar que Elvio está cocinando para 250 personas, de lunes a viernes, por la mañana, en la parroquia María Madre de la Esperanza en la calle Miralla, frente a la cancha, en el barrio porteño de Lugano.
Pero a Elvio lo conocí en Ciudad Oculta. La villa del barrio de Mataderos que los milicos en la última dictadura ocultaron con un paredón. De allí su nombre.
Este cocinero de Dios y los pobres es grandote. Tiene 63 años y siete hijos. Todavía lo veo con un cucharón enorme de madera revolviendo una olla de un metro de alto. Luego se agachaba para meter madera en el fuego. Estaba cocinando un exquisito locro desde las cuatro de la madrugada en el patio de la parroquia de la villa. En la cheta metrópolis los pobres, ni la iglesia, tienen gas.
Era un día especial del frío mes de julio, domingo 16 si mal no recuerdo. El clima era de fiesta allí donde años atrás el Pity Álvarez era la estrella del “Oculta Rock”. El Padre Tonga, Gastón Colombres, y el Chueco (el último cura obrero), motorizaban la celebración de la virgen que lleva el nombre de la iglesia, Del Carmen. Además, recibían al nuevo arzobispo.
En Ciudad Oculta fue la primera misa de Jorge Ignacio García Cuerva al otro día de haber asumido, en la vereda de la catedral metropolitana frente a Plaza de Mayo. Ese día Elvio me contó que el arzobispo se había acercado a hablar, bendecirlos y por su buena onda él le pidió una foto que acompaña este artículo.
“Hace 25 años que empecé a servir en la iglesia. Ahora estoy más convencido todavía. Con este trabajo fue en la iglesia de Don Orione que me hicieron ministro de la eucaristía. Yo que no sé leer, ni escribir, entrego el pan de Dios en la iglesia. Para mí es demasiado, pero Jesús me puso al lado de los sacerdotes, puedo dar la palabra si los sacerdotes no están, es algo increíble, no caía, pero ahora entiendo que el mismo Jesús me lo regaló”.
El ministro más humilde. “Apenas tengo una casa para vivir”. Se define “papá humilde, servidor”.
A quien quiera recuperar la esperanza no dejen de pasar por Miralla 3846. El cocinero de Dios y los pobres, que por ahora no podrá descifrar estás palabras, los bendecirá en el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo.
Fuente: Telam