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Foto: Prensa.

Puede gustar o desconcertar en mayor o menor medida, pero la obra que practica el dramaturgo y director Mariano Pensotti está entre lo más destacado que ofrece la escena argentina de su generación, como lo demuestra, tanto en lo formal y en lo conceptual “Los años”, estrenada en la sala Martín Coronado el Teatro San Martín.

La pieza ubica su acción central en el fatídico 2020, previo a la pandemia de Covid-19, y la proyecta hacia 2050, con los mismos personajes –con la excepción de uno- y con una Argentina y un mundo visiblemente cambiados, que pasaron del veganismo a la ingesta carnívora inequívoca y a la caza popular de ciervos y otros animales que se volvieron plaga.

Hay una hija (Laura Bárbara Massó) que por momentos interpreta a su propia madre, que ubica al espectador en el tiempo, describe sobre todo al personaje de su padre (primero Paco Gorriz, luego Marcelo Subiotto) y de paso desasna al espectador acerca de cómo los egipcios concebían el tiempo, desconocían los almanaques y sin querer empezaron a concebir el futuro con el invento de la escritura.

Hay un treintañero, reciente profesional (Gorriz) casado o en pareja con Massó, contratado por alguna empresa extranjera para armar un documental sobre edificios porteños de estilo “art déco” construidos a principios del siglo XX y calcados de otros europeos que ya no existen a raíz de las guerras, más un sesentón (Subiotto) regresado de Alemania y distinto a sí mismo 30 años antes, incluida una nueva mujer (Mara Bestelli). Y un par de amigos extranjeros interpretados según la época por Julián Keck, quien además toca la guitarra. Los personajes y sus respectivos presentes coexisten.

Hay también un cambio de planes en el filmador de edificios el día de 2020 en que halla como objeto de su cámara a un chico desamparado (Demian Villanueva Carrera) y se propone reencontrarlo en 2050, porque tal vez por él cambió su vida.

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Aquel recuerdo audiovisual de 2020 se apropia de la vida del chico del mismo modo que la oligarquía porteña se adueñó de la arquitectura europea; da la sensación de que permanentemente los personajes –las generaciones- se están escamoteando propiedades y pensamientos de los que reniegan. El porteño de clase media que se apodera de las imágenes del infante desvalido es el mismo que vuelve de Europa en 2050 y promete a su hija la recuperación de una sala teatral destruida: de no haber sido por ese exilio profesional el gesto generoso no sería posible.

Todo eso da la pauta de confesiones personales del autor, que recoge herencias militantes de generaciones anteriores y las proyecta en tres décadas para imaginar los cambios sociales –el protagonista viejo se burla de la pasada existencia de celulares, la piel de algún animal salvaje está clavada en la pared- y el texto parece caminar sobre pasos ya dados y que en el futuro se desvirtúan, como ese Partido de la Libertad que proclaman como vestigios de los años 70, opuestos radicalmente a principios posteriores (actuales) de barbarie.

El embrollo se parece a cierta ciencia-ficción estadounidense de mediados del siglo XX y aun a “Volver al futuro”, la película de Robert Zemeckis de 1985, aunque intenta tener mayor profundidad –su escondido humor no siempre funciona-, aunque Pensotti se provee de un elenco eficiente no siempre explotado a fondo (Subiotto), la exquisita Bestelli y la esforzada narradora Massó, más el músico Diego Vainer y la inigualable maquinaria escenográfica y lumínica del San Martín.

La escenografía es un cuadrado perfecto y móvil –creación de Mariana Tirantte, miembro del Grupo Marea, comandado por Pensotti- dividido en cuatro segmentos, de los cuales dos se transforman en pantallas de cine en medio de la acción.

No es la primera vez que el dramaturgo y director recurre a ese medio para complementar la actuación en vivo; en “Arde brillante en los bosques de la noche” (2017) cubrió con una suerte de “porno-soft” más de la mitad de la duración de su obra, y en 2020 inauguró la sección Teatro del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires) con un largometraje en episodios titulado «El público», que terminaba con una sorpresa tecnológica.

El perfil de Pensotti, un creador reconocido en Europa –de hecho “Los años” se estrenó previamente en Alemania y tiene el apoyo de varias instituciones de ese origen- es el de lanzarse hacia adelante con una narrativa que no desdeña nada: desde la cita de una frase de un libro que se repite, hasta el ocultamiento parcial de una escenografía o la irrupción de un molesto “karaoke”. Puede que acierte o no, quizás en 2050 su obra encuentre el balance adecuado.

“Los años” se ofrece en el Teatro San Martín, Corrientes 1530, de miércoles a domingos a las 20.30.

Fuente: Telam

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