“Comienza una guerra … y esos mismos que hasta ayer denunciaban la crueldad, la inutilidad, la locura de las guerras, hoy piensan, hablan, escriben sólo sobre cómo golpear la mayor cantidad posible de personas, arruinar y destruir la obra del trabajo humano e inflamar las pasiones de la misantropía”.
El conde León Tolstoi escribió este encabezado en un artículo publicado en 1904, con el título de “¡Reflexionen! …” condenando la guerra ruso japonesa desatada en el Lejano Oriente asiático. Por supuesto, fue crucificado por propios y ajenos que vieron en el genial escritor una convocatoria a la debilidad y la entrega.
Quizá valga la pena que algunas “cabezas huecas” que manejan la política internacional en Europa se avengan a reflexionar y no sigan proclamando que “la única forma de lograr la paz en Ucrania es continuando la guerra”. Tanto Joseph Borrell, encargado de las relaciones exteriores de la Unión Europea, como Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, se encargaron de patentar este absurdo y se convirtieron en los principales fogoneros de la escalada bélica en el Donbass.
La más sincera ha sido la ministra de relaciones exteriores de Alemania, la “verde” Annalena Charlotte Alma Baerbock quien, jaqueada por fuertes críticas internas que reclaman su renuncia, habló claro en el Parlamento Europeo y confirmó que es Europa quien “lleva la guerra contra Rusia”. Ucrania no sonó en ningún párrafo de su discurso. La nueva escalada que genera el anuncio de suministro de tanques pesados al régimen de Kíev es una clara evidencia de esa contundente afirmación de la Baerbock.
Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, afirmó que “la transferencia masiva de tanques a Ucrania no puede considerarse un paso hacia el logro de la paz” y que eso implica el desarrollo de “un escenario muy malo para el pueblo ucraniano”.
«Lo que nos gustaríaver-afirmó el portavoz de la Organización- es un mundo justo de acuerdo con la Carta de la ONU y el derecho internacional. Pero lo que vemos no nos mueve en esa dirección».
Más contundente fue el portugués António Manuel de Oliveira Guterres, secretario general de la ONU, quien condenó el auge del neonazismo, que en Kíev es parte estructural del gobierno del comediante televisivo, y afirmó: “»Los movimientos neonazis de supremacía blanca son cada día más peligrosos. De hecho, actualmente son la principal amenaza a la seguridad interna en varios países, y una amenaza que crece más rápido que otras».
En ese caldo de cultivo se genera esta inquietante escalada armamentística, que coloca el conflicto en el Donbass en una nueva dimensión, muy acorde con lo dicho por la canciller alemana. Ahora, la identificación conceptual del conflicto adquiere su verdadera tonalidad: el enfrentamiento es entre la OTAN y Rusia.
Aunque los “Abrams” norteamericanos, los “Leopard” alemanes o los “Challenger” ingleses no lleguen de inmediato a Kíev, el anuncio en sí patentiza la decisión de la OTAN de forzar la continuación de la guerra hasta lograr el colapso ruso. Algo bastante distante a juzgar por el estable cuadro político y económico en Rusia pero también por la situación en el frente de batalla en el norte del Donbass, donde las tropas rusas continúan un lento y seguro avance sobre puntos claves como Artiómovsk, centro neurálgico del abastecimiento de las raleadas unidades ucranianas.
Es que una cosa son los anuncios y otra cosa es el suministro real. En todos los casos, los tanques son retirados de los exiguos arsenales de la OTAN o deben ser fabricados. Recién ahora comenzará el entrenamiento de las tripulaciones ucranianas en Europa o en los Estados Unidos. Los expertos temen que esos entrenamientos no alcancen a capacitar a soldados que, o bien son reclutados forzosamente entre la población civil, o bien sólo han tenido en sus manos antiguo armamento soviético.
En algunas fuentes ucranianas ya se resignan a constatar que “los tanques pueden llegar demasiado tarde”.
Mientras tanto, la guerra sigue cobrando decenas de miles de muertos. En Kíev incluso se publica un escabroso anuncio que ofrece tres ataúdes al precio de dos, especialmente para los familiares de los soldados…
Esto acelera la desintegración del corrupto régimen de Kíev, envuelto en los últimos tiempos en un vendaval de renuncias y cesantías. El alicaído comediante que encabeza el gobierno intenta atender así a las severas reprimendas de Occidente, en especial de un Washington demócrata amenazado por la auditoría republicana, que condicionan un mayor respaldo financiero más que militar a una disminución sustantiva de los negociados y las “mexicaneadas”.
La situación está prácticamente fuera del control de Kíev. En Washington, el Departamento de Defensa en conjunto con el Departamento de Estado ha creado un grupo especial que incluye, entre otras cosas, investigadores criminales que deberán determinar la transferencia de todo el dinero, equipo y otros materiales de los Estados Unidos a Ucrania. La subsecretaria de Estado Victoria Nuland, una vieja fanática del neonazismo que se apoderó del gobierno en Kíev debió anunciar la conformación de un equipo de auditoría de dos firmas de abogados internacionales, que comenzarán a verificar el destino de los más de 40.000 millones de dólares en ayuda militar suministrado por los EE.UU. al régimen del atribulado telecomediante.
En Moscú, entre tanto, aumenta la presión de los “halcones” que piden, además de bombas atómicas “tácticas” sobre Ucrania, el ataque directo a los países que proveen de material bélico a Kíev. El gobierno de Vladímir Putin mantiene una línea más “sensata” de refuerzo en armamentos y efectivos a sus fuerzas armadas, sobre cuya dirigencia ha realizado importantes cambios tendientes a fortalecer la conducción en combate.
Pero lo cierto es que en los principales medios rusos, incluyendo la televisión oficial, dejó de ser tabú el tema de la utilización de armamento atómico táctico. Se menciona como causa de esa utilización la respuesta a un eventual ataque ucraniano a los medios que componen la triada nuclear estratégica rusa: submarinos, bombarderos ultrasónicos o bases de lanzamiento misilístico. El Kremlin ya advirtió que los tanques a entregar por la OTAN cargan municiones con uranio enriquecido que provoca nubes de radioactividad que afectan la vida humana por decenios, como quedó demostrado en Yugoslavia y en Irak. Rusia tomará eso como ataques con bombas atómicas “sucias”.
Encabezada por un “duro”: el expresidente Dmitri Medviédev, actual vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso y titular del oficialista “Rusia Unida”, la flamante Comisión de control sobre el Complejo Militar Industrial ha tomado a su cargo el incremento en flecha de la producción de armamento, sobre todo misiles y drones de combate. Aunque por ahora el gobierno niega esa posibilidad, la versión que circula en Moscú es que a los 300.000 movilizados en octubre pasado se les agregarán otros 200.000.
Como una especie de deporte infernal, los medios de toda Europa y los Estados Unidos comentan las pruebas de nuevos misiles estratégicos hipersónicos rusos o del nuevo y terrorífico “Poseidón”, un torpedo atómico que desarrolla velocidades de 200 km bajo el agua y cuya eventual detonación puede provocar tsunamis devastadores en toda la costa este norteamericana.
Los exhortos a la paz del Papa Francisco o los esfuerzos de mediación del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan o la reciente observación crítica de la ONU se tornan cada vez más débiles mientras es cada vez más franco y brutal el enfrentamiento entre la OTAN y Rusia. En diciembre de 2021 Moscú había advertido a la organización atlántica que no debía traspasar la línea roja que delimita el Donbass y las regiones sureñas de Ucrania, lo que históricamente ha sido conocido como Pequeña Rusia y que ya nuevamente forma parte de la Federación Rusa.
Deberían ser aleccionadores los hitos históricos que se conmemoran este año: hace 8 décadas el Ejército Rojo lograba la histórica victoria de Stalingrado, dando comienzo al irreversible fracaso del dominio nazi en Rusia y en Europa. Dos años después, en enero de 1945, las tropas soviéticas liberaban el monstruoso campo de concentración de Auschwitz, en el sur de Polonia. Una fábrica de la muerte que devoró a casi dos millones de civiles europeos. Esa guerra, que se llevó más de 60 millones de vidas humanas, pareció ser la última guerra en Europa…
El presidente Putin acaba de refrescar una insólita situación que afecta inicialmente a Alemania pero que es un síntoma alarmante de la realidad política europea. El triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial implicó que Alemania quedara dividida en cuatro zonas de ocupación: la soviética, la inglesa, la francesa y la norteamericana. Luego en esas zonas se crearon dos estados alemanes: en la parte occidental la República Federal y en la parte oriental la República Democrática. El colapso de la URSS en 1991 terminó con esa división y la República Federal absorbió la República Democrática.
Sin embargo, los Estados Unidos sorprendentemente nunca renunciaron al estatus de ocupación y sus tropas siguen dislocadas en Alemania bajo ese régimen. No son tropas de la OTAN. Son tropas norteamericanas que ocupan las mismas bases que ocuparon en 1945. Berlín, de este modo, soporta una dependencia efectiva de las decisiones que adopta Washington. Esto explica por qué el canciller Otto Scholtz cedió a las presiones del Pentágono y resolvió el suministro de los “Leopardo” a Kíev.
El Viejo Continente, escenario de cruentas batallas desde el inicio de su historia, no logró mantener viva la esperanza de una paz eterna. Hoy, de nuevo como en 1941 los tanques alemanes van a marchar por Ucrania y de nuevo queda destrozado el espejismo de un mundo de bienestar general. Crisis económica, alteración social, inestabilidad política, son los elementos que marcan el real estado general de una Europa sometida a los intereses aventureros de los grandes centros del poder económico y financiero internacional.
Mientras tanto, el “otro” mundo, el multipolar, en formación, que agrupa a la mayoría de los países de este cascoteado planeta, se apresta a recibir como miembro pleno a la CELAC. Revivida por la tenacidad de esta nueva oleada de dirigentes latinoamericanos nacionales y populares, catalizada por la flamante presidencia de Lula, la organización se plantea su incorporación a este nuevo sistema multipolar en conjunto con los BRICS en ampliación (hay 13 países solicitando su ingreso), la Organización de Cooperación de Shanghai, la Unión Económica Euroasiática, la Liga Árabe, la Unión Africana, la ANSEAN…
Se informa que en la próxima reunión de los BRICS en Sudáfrica en agosto próximo, además de considerar el ingreso de los nuevos países, entre ellos la Argentina, se tratará también la creación de una divisa única de cambio. Lula propone que a ella se adhiera también la divisa única del MERCOSUR, el “sur”, de cuya formulación hablaron el presidente brasileño con su par argentino Alberto Fernández. Si tomamos en cuenta que en la esfera de influencia de la OCSh y los BRICS ya la mayor parte del comercio se realiza en divisas nacionales, la moneda mercosureña sería un refuerzo sustantivo para coordinar la eliminación del dólar como moneda universal de cambio.
El fortalecimiento de esta constelación de centros multipolares, con moneda única, con un sistema de relacionamiento solidario y respetuoso de las soberanías, con un tejido social coincidente, es la única forma de impedir que las demenciales fuerzas de la guerra terminen con nuestro verde planeta. Algún sabio decía que de la crisis no se sale solo y que la organización vence al tiempo. Ahora es el momento de asumir ese compromiso. Dejar de lado temores y vacilaciones y, de la mano con el resto de nuestros hermanos latinoamericanos, el “codo a codo” que pidió Benedetti, emprender el camino de la unidad y la coordinación con el resto del mundo que intenta desactivar la paranoia bélica.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador condenó la decisión alemana, norteamericana y de otros miembros de la OTAN, de entregar equipo bélico pesado al régimen de Kíev. «En contra de la población de Alemania, o de la mayoría de los alemanes, decide el Gobierno mandar más armas a Ucrania», sentenció AMLO. El mandatario mexicano, quien en marzo de 2022 ya se había negado a entregar armas a Kíev, condenó la campaña mediática occidental que contribuyó a presionar a Scholtz para disponer ese suministro. «El poder mediático es usado por las oligarquías de todo el mundo para someter los gobiernos” afirmó.
El presidente Lula da Silva acaba de informar que el Brasil no accederá al pedido de Alemania, de suministrar municiones para los tanques “Leopardo 1” con destino al conflicto ucraniano. El ejército brasileño tiene 261 tanques “Leopard 1” y produce municiones para ellos. La misma postura adoptó el presidente colombiano Gustavo Petro quien, en la reciente cumbre de la CELAC en Buenos Aires afirmó que su país no enviaría armamento ruso en su poder a Ucrania.
Moscú, hace unos días, había advertido que Washington presionaba a 9 países latinoamericanos para que entregaran el armamento ruso de que disponían a Ucrania, a cambio de armamento norteamericano. “El suministro de armas a terceros países está sujeto a una serie de obligaciones contractuales -señaló el vocero presidencial Dmitrii Peskov- por lo que Moscú sigue de cerca el destino de las armas rusas suministradas a países de América Latina”.
“Pongámoslo de esta manera, aquí son muy importantes las restricciones legales sobre entregas a terceros países”, enfatizó el portavoz del Kremlin. Explicó que «cualquier suministro está sujeto a ciertas obligaciones de aquellos países que reciben productos militares».
La posición de los presidentes latinoamericanos marca el momento político que comienza a vivir nuestro continente. Es la forma en que América Latina, en su nueva hora, aspira a tomar su lugar en el nuevo orden multipolar. Lo contrario implica abandonar la tradicional conducta de paz que ha caracterizado a un continente que hace 56 años firmó el Tratado de Tlatelolco, que prohíbe el desarrollo, adquisición, ensayo y emplazamiento de armas nucleares en la región de la América Latina y el Caribe. El primer tratado que proclamó a la región “Zona libre de armas nucleares”. Luego lo siguieron el Pacífico Sur, el Sudeste Asiático, África y Asia Central. Ni Europa ni América del Norte.
La Argentina siempre ha sido líder en estos procesos. Sn dudas, nuestra política exterior debe heredar este principio y convertirlo en conducta permanente en toda su actividad internacional. Esa es la alternativa imperiosa del momento.
Mientras tanto, las agujas del “Reloj del Juicio Final” indican que todos los terráqueos estamos a diez segundos del holocausto…
El punto crítico…
Fuente: Telam