El escenario debería ser más común: 1) Un jugador tiene que renovar su contrato, el club le hace una propuesta y llegan o no a un acuerdo. 2) Si no, el futbolista puede negociar con otra institución a seis meses del final del vínculo. El tema es que a este panorama le falta el contexto que provoca que la firma de un precontrato de Rossi con Flamengo genere el ruido que genera.
Boca debe cuidar sus finanzas y, en esa línea, maneja su caja como mejor le parece. La cuestión no pasa por si debió mejorarle indefectiblemente la propuesta al arquero campeón sino que las negociaciones con éste y otros jugadores terminan con un mismo final por las formas con las que encara: la ida del futbolista y ningún ingreso económico para el club.
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En medio de la disputa -porque no se pareció a una negociación-, en Boca presentaron a toda orquesta a Sergio Romero. Pero mientras esperaban la puesta a punto de Chiquito -que está por cumplir un año sin jugar-, Rossi se convirtió en figura, en ganador de partidos, en ganador de títulos, en grito de guerra de la hinchada.
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Flamengo ya se lo aseguró y ahora el debate se direcciona hacia otro lado si es que finalmente no destraban, vía compensación, que el arquero se vaya ahora mismo para Brasil. ¿Debe atajar todavía en el equipo o eso sería darle vidriera? Si es mejor que los demás, ¿por qué dejar de aprovecharlo seis meses? Mbappé coqueteó todo un semestre con que se iba al Real Madrid y nunca lo dejaron de usar en el PSG. Pero, es cierto, hay ejemplos para ambas posiciones.
No es fácil para los equipos resolver estos temas y menos lo va a hacer con la economía argentina y la enorme diferencia que se consigue sin irse más lejos que a Brasil. Pero está claro que si Boca alguna vez quiso retener a Rossi, falló. Si quería sacarle un rédito económico importante, falló también. Y para el fútbol argentino, la ida de jugadores top de los clubes top nunca es una buena noticia.
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Fuente: Olé