La “alegría” de las vacaciones con niños
Las vacaciones se viven de manera muy distinta según la edad en la que te encuentres, y, obviamente, según la edad que tengan los que te acompañan en el viaje.
Cuando uno es niño no tiene aún desarrollado el gusto por la sierra, el mar, la nieve o el campo. Y está bien que así sea, porque tampoco tiene poder de decisión sobre adónde se vacacionará.
Para el niño lo más importante no es adónde va. Lo más importante es llegar. Por eso se la pasa preguntando “¿falta mucho, pa?”
Y la pregunta es independiente de la duración del viaje. Así sea media hora, te preguntarán “¿falta mucho, pa?”. Y al rato, casi sin solución de continuidad, escucharás un “Má. Pis”. Aparentemente los viajes, ya sean en micro, auto o ala delta provocan incontinencia en el infante. Y hay que parar, aunque sea en un árbol, porque la urgencia supera lo conocido.
Y no es fácil bajar del vehículo, ya que, viajar con niños implica empacar 16 valijas con todo tipo de ropas y accesorios para enfrentar cualquier eventualidad climática: hay que llevar varias mallas, varios pullóveres, varias camperas, varios gorros, muchísimas zapatillas, todo tipo de ojota-chancleta-alpargata, 105 remeras para que el crío no tenga posibilidad de decir “no trajiste la que me gusta” y un botiquín que ya quisieran tener a mano en cualquier hospital de niños.
A eso debe agregarse la mochila personal del vástago, donde pondrá sus juguetes preferidos, su peluche de dormir y su teléfono de juguete, que lleva por si se aburre y quiere llamar a los abuelos para que lo rescaten. No pierda jamás esta mochila o tendrá que regresar a su hogar a buscar el Hombre Araña articulado y adiós vacaciones. (No. Con comprarle otro Hombre Araña no se arregla. Los pequeños son como los perros: reconocen sus chiches hasta por el olfato).
De cualquier manera, nada es seguro. Existe un 125% de probabilidades de que en medio de la travesía, el niño recuerde que no trajo su muñequito preferido –otro muñequito preferido– y la única forma de detener su queja y llanto será parando en la ruta para comprar alguna golosina recargada en azúcar que le levantará el nivel de glucosa hasta convertirlo en una pelotita de flipper.
Y un dato fundamental: así el viaje sea de 3 días o de apenas un par de horas, deberá llevar líquidos, comida, golosinas y todo tipo de morfi como para alimentar a cuatro niños durante un mes. Si queda lugar, lleve una botella de agua para usted y su pareja, no sea cosa que se deshidraten gritándole a los niños que se callen o que se queden quietos.
En resumen: al viajar con niños, le llevará más tiempo preparar el equipaje que el viaje en si mismo.
Un dato esencial: nunca viaje en un vehículo que tenga menos ventanillas que niños. Si viaja en avión con dos niños, reserve toda la fila de 9, aunque en su familia sean cuatro. Va a necesitar las dos ventanillas y cuando el clonazepam pediátrico haga efecto ya necesitará la fila del medio para tirarlos a dormir.
Aunque dormir no resulta un problema para los niños. Es la parte menos complicada: los niños duermen en cualquier lado y en cualquier posición, hechos un nudo sobre si mismos, haciendo la vertical en la butaca de auto o incluso atados al portaequipajes del techo del coche. Duermen. Y no hay forma de despertarlos. Es más: no le conviene despertarlos. No importa que usted esté gastando una fortuna llevando a su hijo a Disney, Ibiza o a la base lunar de Elon Musk: si se despierta de mal humor, adiós a su vacación.
La amenaza los calma por muy poco tiempo. “Quedate quieto o volvemos a casa”. El niño sabe que no vas a dar la vuelta después de 250 kilómetros, o que el micro o el avión no lo manejan sus padres. Encima, le da lo mismo. “Casa” para el infante es cualquier lugar bajo un techo donde poder correr.
Y sepa que es inevitable: los niños se aburren. Consumen un montón de energía moviéndose, saltando, gritando, preguntando “¿falta mucho, pa?”, pero así y todo, se aburren. Incluso en la playa o en la plaza, después de 6 horas de actividades disímiles como hacer flancitos de arena, jugar en la hamaca, patear la pelota, hacer pis en el agua o detrás de un árbol, ir al kiosco a comprar una golosina, tomar doce juguitos… incluso después de todo eso, se aburren.
Resumiendo: viajar con niños de vacaciones es para gente que le gusta viajar, pero que no le gusta la felicidad. O que tiene mala memoria y no recuerda que el año pasado juró que no lo volvería a hacer.
Podría seguir hablando de este asunto, pero temo que usted me pregunte: “¿falta mucho para terminar esto, papá?”
Fuente: Telam