Este 3 de enero se cumplen 190 años de la ocupación ilegal británica de las islas Malvinas. El hecho que recordamos con dolor nos remonta a esa misma fecha de 1833, cuando la fragata HMS Clio, al mando del capitán John James Onslow, se presentó en Puerto Soledad y con una considerable fuerza militar expulsó a las autoridades y pobladores argentinos, comenzando un proceso colonial que se prolonga hasta nuestros días. La ocupación ilegal de una parte del territorio argentino por el Reino Unido no ocurrió en unas islas inhóspitas y desocupadas.
Se trató de una invasión militar, tan invasiva y tan inglesa como las invasiones inglesas de 1806 y 1807 a Buenos Aires y como otras que el imperialismo británico desplegó en distintas regiones del mundo para consolidar su posición de principal potencia colonial de la época.
El historiador británico Richard Gott, en su libro «El imperialismo británico. Resistencia, represión y rebeliones. El otro lado de la historia», señala, cuestionando las versiones acríticas del imperialismo, que una historia del imperialismo británico debe tener en cuenta dos tradiciones, la de los conquistadores y la de los conquistados.
Esta perspectiva debe ser enfatizada en nuestra mirada del proceso colonial en Malvinas. La descripción de lo que los británicos impusieron tras la usurpación debe ser completada con una mirada sobre quienes sufrieron la conquista y colonización: los argentinos que habitaban las islas, es decir el pueblo argentino que desarrollaba su vida allí. Por eso quiero resaltar en esta oportunidad la figura de los pioneros argentinos de Malvinas de los que poco se dice en nuestras conmemoraciones históricas.
Al escribir está nota me moviliza la idea de que el 3 de enero debe ser recordado y conmemorado no solo como un día de usurpación y despojo colonialista sino también, y sobre todo, como un día de reconocimiento a quienes estaban construyendo las Malvinas argentinas que la joven Argentina proyectaba y sufrieron la prepotencia imperialista. Destaco algunos de los hitos que esos pioneros, hombres y mujeres, protagonizaron:
Desde el momento del inicio del proceso emancipador argentino el 25 de mayo de 1810, fecha en la cual el nuevo Estado argentino entra en sucesión de la soberanía de todos los territorios correspondientes al Virreinato del Río de la Plata -entre ellos las Islas Malvinas-, las autoridades nacionales siempre realizaron actos soberanos sobre los archipiélagos australes.
Hasta 1820, si bien no hubo presencia física estatal en las islas, existen manifestaciones de soberanía de las autoridades argentinas y no existe nada similar del lado británico, aunque tuvieron oportunidades para hacerlo. La conocida misiva del General San Martín en la que se refiere a Malvinas, las autorizaciones a súbditos británicos para que puedan cazar y pescar en Malvinas, la creencia de los marinos que frecuentaban la zona testifica que las islas eran consideradas correctamente argentinas.
Cabe recordar que la Argentina se encontraba en medio de una guerra por su independencia y en crisis internas que podrían explicar la ausencia de actos de ejercicio del poder público que podrían esperarse de un Estado en circunstancias normales y que el propio derecho internacional lo toma en cuenta, sin embargo, incluso en esa situación, la Argentina siempre le dio importancia a las Islas.
El 6 de noviembre de 1820 la Argentina toma posesión oficial de las Islas y ejerce su titulo de soberanía. La Argentina había sucedido en la soberanía de los territorios pertenecientes al poder colonial español y continuó poco tiempo después de esta toma de posesión con otros actos de ejercicio de la soberanía.
Desde ese momento la presencia y actividad argentina en las Islas fue creciendo en cantidad, calidad e intensidad. Numerosos fueron los actos de soberanía ejercidos por la Argentina con exclusividad durante toda la década de 1820 y comienzos de 1830, hasta su expulsión por el Reino Unido.
Concesiones de ganado, de territorios y de autorización de pesca, el nombramiento de autoridades, fueron las bases que asentaron la creación de la primera estructura administrativa para las Islas Malvinas y los alrededores
Figuras como Jorge Pacheco, Pablo Areguatí y Luis Vernet fueron los pioneros en la presencia pacifica, pública, ininterrumpida y de buena fe de la Argentina en las Islas Malvinas. El primero recibiendo concesiones de ganado y de terrenos, el segundo siendo el primer Comandante de las Islas y el segundo avanzando en el desarrollo humano más importante que las Islas habían tenido en toda su historia y que no volverían a tener hasta varias décadas después de la expulsión ilegal británica.
En 1825, Luis Vernet organizó la expedición que partió en enero de 1826 y que resultaría exitosa, a pesar de innumerables inconvenientes. Se instaló en la isla Soledad el 15 de junio de 1826, para la explotación de las concesiones hechas a Pacheco, luego de una transacción con este. Desde entonces su establecimiento tuvo carácter permanente. Aun antes de la creación de la Comandancia Política y Militar de las Malvinas en 1829, la población se comportó en conformidad a la soberanía argentina sobre el territorio en que se hallaban. Un ejemplo es la celebración de las fiestas patrias del 25 de Mayo y el 9 de Julio.
El 5 de enero de 1828, Vernet formula al gobierno una nueva solicitud para establecer una Colonia dentro de tres años de la concesión del permiso, bajo la soberanía de la Republica. El gobierno, por decreto del 5 de enero de 1828, acordó a Vernet todos los terrenos que en la isla Soledad resultaren vacíos, con excepción de los que se acordaron a Jorge Pacheco y una extensión de diez leguas cuadradas en la Bahía de San Carlos que se reservó el Estado, más la Isla de los Estados.
La condición que se impuso a Vernet fue que en el término de tres años debería hallarse establecida una Colonia «y que vencidos aquellos se darán cuenta al gobierno para proveer lo que crea conveniente respecto del orden interior y exterior de su administración».
Además de dicha concesión, el gobierno argentino: 1) establece un régimen especial en materia fiscal, 2) otorga franquicias en materia de pesca, 3) se reserva en propiedad una zona estratégica en San Carlos, en la costa del Estrecho del mismo nombre, 4) manifiesta la voluntad de poblar de manera permanente las islas y de organizar la explotación de los recursos naturales terrestres y marítimos, 5) no limita dicha acción a la Isla Soledad, sino que la concibe al conjunto del archipiélago de Malvinas y a otros territorios argentinos en el Sur; 6) establece de manera clara un control gubernamental sobre el desarrollo de la colonia y 7) fija una relación de subordinación del director de la colonia (Vernet) al gobierno.
El establecimiento argentino llegó a tener una población estable de un centenar y medio de personas. En sus siete años de existencia, hasta la expulsión de las autoridades argentinas en 1833, Vernet calcula que alrededor de trescientas personas habitaron en algún momento las islas.
Además de Puerto Soledad existían varias estancias diseminadas en la isla Soledad y dos poblados menores, llamados Rosas y Dorrego, situados respectivamente en el golfo y puerto de la Polacra y en las proximidades del
El Reino Unido expulsó a la Argentina de las islas el 3 de enero de 1833. Expulsó a las autoridades y a una parte de la población: hombres, mujeres y niños. Lo realizó por razones estratégicas y utilizó su vieja reivindicación abandonada como excusa, en el marco de su política de dominación colonial, comercial y marítima, frente a un Estado recientemente constituido y que se debatía en una crisis interna, pero que había logrado establecer un asentamiento humano en las islas y demostrar su viabilidad.
Como consecuencia del acto de fuerza de 1833, los residentes de Malvinas del asentamiento argentino que fueron removidos en 1831 por la corbeta estadounidense «USS Lexington» nunca más pudieron regresar. Los residentes que estaban en Malvinas en 1833 eran solo una parte de la población.
Como consecuencia del asalto británico, volvieron de Puerto Soledad a Buenos Aires 53 personas que residían en ese momento en las islas. Las cifras son elocuentes: 53 personas partieron, y solo 22 permanecieron en las islas. Es decir, la expulsión británica produjo la partida de casi el 70% de la población existente. Sin esta expulsión uno podría pensar que aquella Comandancia, génesis de la actual Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, hoy tendría su centro administrativo en las Islas Malvinas.
Desde que la Argentina heredó la soberanía sobre las Islas Malvinas el 25 de mayo de 1810, emprendió una innumerable cantidad de actos soberanos relativos a las Islas. Fueron hombres y mujeres, niños y niñas, gauchos, afros, pueblos originarios que hicieron de las Islas, es decir de la Argentina, su casa. Apellidos como Vernet, Areguatí, Sáez, Romero, Villareal, Benítez, González, Rodriguez, entre decenas de otros tantos hicieron que las islas tuvieran tal desarrollo humano nunca visto durante el período de presencia de las potencias coloniales europeas. Fue la joven nación argentina la que produjo este desarrollo y demostró la utilidad de las islas, y fue el Imperio Británico, con su supremacía política, militar y económica, quien aprovechó por la fuerza de este ingente esfuerzo.
A 190 años de la invasión inglesa a Malvinas honramos a aquellos pioneros, hombres y mujeres, funcionarios civiles y militares, pobladores que emprendieron la construcción de una sociedad argentina en las islas. Honramos también a quienes fueron pioneros de la reclamación argentina frente a la usurpación y a quienes persistentemente sostuvieron durante estos 190 años la afirmación de soberanía sobre esa parte de nuestro territorio nacional.
Las Malvinas fueron, son y serán argentinas.
*Guillermo Carmona, secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur
Fuente: Telam