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El pez por la boca muere

Sirva esta metáfora marinera para hacer un llamado a la discreción… ¡Cómo qué es la discreción! Es ese don de la reserva para guardar un secreto. O para no contar algo que se sabe y no hay necesidad de que lo sepan los demás…

El pez del refrán nos recuerda que el éxito de la pesca depende de su descuido; por no advertir el peligro, abre la boca para morder el anzuelo, y esa es la causa real de su perdición…

¡Y sí! La única diferencia real con las personas es el destino posterior a la mordida del anzuelo: los peces pueden terminar en una corvina a la vasca, un dorado a la parrilla, un filet de merluza a la romana etc.

Pero las personas terminamos invariablemente… en problemas… ¡Y sí! Por ejemplo: cuando usamos la lengua de más y nos exponemos dando una información delicada (propia o ajena), más tarde o más temprano sufriremos las consecuencias de ese desliz… Para eso está la sabiduría popular con sus refranes: para en-se-ñar-nos…

Este dicho se complementa con otro que expresa lo mismo desde la vereda de enfrente: uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice… Es así nomás: tanto el pez, que abre la boca cuando ve el anzuelo al que se engancha, como la persona que abre la boca para hablar demasiado y se pone en ridículo, son víctimas de su propia estupidez…

Bueno, digamos “víctimas de su propia indiscreción”… No olvidemos que hay palabras que acarician, otras que hieren, otras que destrozan… ¿Qué tienes tú que agregar a esto, Brenda K. Starr?

«El pez por la boca muere» (Brenda K. Starr)

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Fuente: Telam

Por admin

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