El silbido del arquero vuelve a contar el poema pico que busc emparentar los orgenes de Roma con la llegada de los prncipes troyanos
«El silbido del arquero» vuelve a contar el poema épico que buscó emparentar los orígenes de Roma con la llegada de los príncipes troyanos.

Después de convertirse en la gran estrella de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde abrió el Salón literario junto al autor argentino Alberto Manguel, recibió el Premio Carlos Fuentes y conversó con mil jóvenes sobre el oficio de escribir, Irene Vallejo continúa recorriendo el mundo presentando sus dos libros más recientes: «El infinito en un junco», un ensayo sobre la historia de los libros que se convirtió en un bestseller, y «El silbido del arquero», una novela en la que se anima a reversionar «La Eneida» de Virgilio, que acaba de ser publicada en la Argentina.

Publicada por Penguin Random House, esta nueva novela vuelve a contar el poema épico que buscó emparentar los orígenes de Roma con la llegada de los príncipes troyanos que huyeron del sitio de su ciudad por parte del ejército aqueo y, en diálogo con Télam, la autora asegura que lo que le interesa de los clásicos es que le «dan permiso para hacer eso porque ellos mismos crearon versiones sobre sus mitos y sus textos fundacionales».

Sobre este nuevo libro, su primera experiencia en el Festival de Guadalajara, en el cual volvió a conectarse con los lectores tras la pandemia y la importancia de los libros para cultivar la soledad, la reflexión, la intimidad y la calma, conversó la autora y filóloga española con Télam.

– Fuiste una de las autoras que tuvo mayor participación en la Feria Internacional de Guadalajara, ya que además de recibir una distinción participaste en varios eventos. ¿Cómo fue esa experiencia?
– Han sido varios eventos. Estuve con jóvenes, con promotores de lectura y mediadores, con libreros de toda Hispanoamérica y además en la apertura y la presentación de mis libros. Ha sido mi primera Feria de Guadalajara, siempre había oído hablar de ese lugar mítico y legendario, pero no lo conocía y no sabía lo que me esperaba. Realmente es una gran fiesta. Fue el gozo de reencontrarme con los lectores después de todas las limitaciones que hemos tenido durante la pandemia. Ha sido emocionante pasar de haber estado tan coartados a esta euforia. Y me sirvió para recuperar fuerzas y cargarme de energías.

– De alguna manera, la masividad de esos encuentros habla de la vigencia de la literatura…
– Claro. Me dieron la oportunidad de conocer a la comunidad, a la «tribu» de los libros. Es hermoso descubrir cómo nos habíamos sentido muy aislados, muy minoritarios. Parecía que los libros estaban al borde de la extinción y es claro que no es así, al margen del formato en el que se presenten. Venían diciéndonos que las pantallas, la gran oferta de fórmulas de ocio, que el futuro iba a prescindir de la literatura y de la escritura y yo creo que fue un poco precipitado firmar la carta de defunción, porque los libros todavía son importantes para mucha gente. Todavía seguimos necesitando esa intimidad con las palabras, hay un cultivo de la soledad, de la reflexión, de la intimidad, de la calma que se ejerce en los libros.

– Uno de los eventos más comentados fue tu encuentro con 1000 jóvenes, en la que reivindicaste el derecho de ser «raro» y apasionarse por algo que sea distinto a lo convencional…
– Sucede que, a veces, hay personas que te hacen sentir avergonzado de tu entusiasmo, de esas cosas que te apasionan. Nos hacen sentir extraños en nombre de una normalidad que, en el fondo es una ficción, de un resultado estadístico que es un promedio. Así que en esa charla, en un mundo en el que estamos acostumbrados a compartir los éxitos en las redes sociales, los logros y las alegrías, yo quería contar la trastienda de una vida como la mía, que en la época escolar sentí que no encajaba, que no comprendían mis inquietudes, e incluso me excluían de la vida social en el colegio. Pensé que otras personas también interesadas en la literatura o el arte podían identificarse con esas experiencias y con esa sensibilidad.

Vallejo abri el Saln literario en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara junto al autor argentino Alberto Manguel
Vallejo abrió el Salón literario en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara junto al autor argentino Alberto Manguel.

– En tu caso se trata de la filología clásica, una vocación bastante peculiar que te llevó a rastrear el origen de los libros y convertirlo en un bestseller con «El infinito en un junco»…
– Para mí «El infinito…» fue un experimento literario de exploración de los límites entre los géneros. Traté de crear un libro híbrido. Tiene algo de novelas negras con los caballeros misteriosos del comienzo; es un libro de viajes, ya que recorre diferentes geografías; es una crónica personal de mis experiencias relacionadas con los libros y es una reflexión sobre el presente a través de la óptica del mundo clásico. Es como «Las mil y una noches» de los libros. Me interesaba el experimento formal para transmitir el resultado de décadas de investigación a partir de una serie de técnicas y registros que habitualmente se asocian a la ficción pero con hechos verídicos, personajes históricos y datos probados, dejando fluir la imaginación y utilizando fórmulas literarias para reconstruir aquellas atmósferas y para que lectores no especializados se sientan atraídos por la historia de la lectura.

– En Guadalajara presentaste «El infinito…», una recopilación de microensayos y «El silbido del arquero» que es de 2015 pero acaba de publicarse en la Argentina, en el cual, fiel a tu pasión por los clásicos, contás tu versión de «La Eneida».
– Los clásicos me dan permiso para hacer eso porque ellos mismos crearon versiones sobre sus mitos y sus textos fundacionales. En las pocas obras teatrales que conservamos de los tres clásicos (N.R:: Esquilo, Sófocles y Eurípides) coinciden en algunos temas. El mito de Electra está en los tres, por ejemplo. Me encanta esa libertad con la que afrontaban sus propios mitos y que no hubiese una clase sacerdotal que difundiese una versión única y ortodoxa. Ellos se permitían reformular constantemente sus mitos para convertirlos en un espejo del presente.

– En ese sentido, ¿cuál es la vigencia que ves en «La Eneida» para que te interesase recrear la historia en «El silbido del arquero»?
– En «El silbido del arquero» estoy abordando uno de los grandes temas de la humanidad que es la emigración. Tanto en la novela como en el poema los emigrantes son refugiados de una guerra, de la guerra de Troya. Cuando la escribí era un contexto en el que acababa de estallar la guerra de Siria y de nuevo el Mediterráneo se convertía en lugar de paso de refugiados que buscaban una nueva vida en Europa, que naufragaban en las costas y volvíamos a tener espectáculos muy parecidos a los que relataban los antiguos mitos. Eso le daba actualidad a la novela. Ahora se vuelve a publicar y, curiosamente, tiene una nueva vida en el contexto de la guerra de Ucrania y una nueva camada de refugiados. Me parece que llevar el tema a la antigüedad proyecta la imagen de esa cicatriz permanente que no somos capaces de de sanar y cómo los movimientos de la población están sucediéndose desde tiempos remotísimos y no son solo parte de nuestra condición contemporánea.

Telam SE

– Pese a ser un mito clásico, «La Eneida» le concede un papel protagónico a Elisa, una reina bastante independiente…
– Me pareció un punto muy interesante porque, curiosamente, para ser tan antiguo disloca los lugares comunes sobre muchos temas, en particular los roles masculino y femenino claro. Es un tema que le da actualidad. Elisa es una reina y tiene que imponerse a la decisión de sus consejeros. Contrariamente al esquema romántico tradicional, es la mujer la que tiene que estar rescatando, la que salva a Eneas, la que consuela y protege. Ella tiene el poder. Me pareció interesante y productivo y también una inversión muy interesante que hace Virgilio de la idea de héroe. Eneas no es un héroe al modo de «La Odisea» que son hombres triunfadores. Nos ofrece un modelo de heroísmo distinto, de alguien que ha perdido su guerra y es un derrotado. Está muy mal considerado en términos épicos.

– En tu novela precisamente Eneas expresa un montón de problemas y angustias que tienen que ver con su rol de padre, de esposo y de hijo…
– Sí, decide cuidar a los suyos, salvar a su padre y a su hijo. Esa imagen de que se coloca al padre en los hombros y lleva al niño de la mano, es también asumir el rol de cuidado que tradicionalmente cumplen las mujeres. Él empieza una aventura en la que el heroísmo consiste prácticamente en salir adelante, es un heroísmo cotidiano.

– Tu versión de «La Eneida» incorpora lo metaliterario, ya que está el mismo Virgilio reflexionando sobre la tarea de construir el poema. ¿Cómo fue ese proceso?
– Este Virgilio está conflictuado porque le pagan para ser el poeta del poder. Él no puede tener su propia voz porque el emperador se la ha expropiado. Por eso en mi novela Virgilio es el único personaje que no habla. Aquí también creo que hay una reflexión muy actual: los intentos de los poderosos por construir el relato a través de escritores y periodistas y, por otro lado, esa lucha interior de una persona que quiere ser fiel a sus principios, pero está experimentando una enorme presión exterior. Esta historia está en la biografía de Virgilio pero también es muy actual: fue una persona que ha tenido que pedir favores a los poderosos para evitar un desahucio familiar y eso lo puso en la obligación de devolver un gran favor al emperador y de entregarle su voz para construir un mito.

Fuente: Telam

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