Hace varios años, un grupo de investigación del Instituto de Fisiología Vegetal (INFIVE, CONICET-UNLP) comenzó a estudiar el funcionamiento del hongo Funeliformis mosseae. El trabajo consistió en probar su efecto contra el Nacobbus aberrans, un gusano que ataca a especies hortícolas como tomate, morrón y berenjena, y obtuvo resultados muy exitosos.

Siguiendo esa línea, recientemente los mismos científicos y científicas orientaron sus estudios a la fitorremediación, es decir descontaminación de suelos de la mano del mismo organismo y con la idea de eliminar metales pesados.

Para desarrollar inicialmente el trabajo, debieron seleccionar especies vegetales eficientes para fitorremediar. La tolerancia de las plantas a suelos contaminados se mide, primero, a través de sus niveles de supervivencia. En base a estas pruebas, las mejores especies para el estudio resultaron dos árboles nativos llamados Sesbania punicea y Sesbania virgata, conocidos vulgarmente como acacias, y también tres arbustos nativos: lippia, “vara de oro” y tagetes.

Muestra de una de las especies utilizadas en el estudio.

La selección se realizó mediante ensayos en suelos contaminados con cobre y zinc, los más frecuentemente encontrados. Dependiendo de la zona, el origen de la contaminación es diferente. Pueden ser áreas con actividad industrial, como la refinería, o los basurales, que son foco de metales porque se arrojan pilas, pero también las zonas de cultivos hortícolas donde se utilizan fungicidas y productos a base de químicos que, a la larga, se van acumulando y afectan a las plantas.

Sebastián Garita es ingeniero agrónomo, doctor y becario del CONICET en el Instituto de Fisiología Vegetal. En diálogo con LU5, especificó que “actualmente estamos trabajando la fitorremediación de suelos contaminados por metales pesados y usamos ese hongo para extraerlos del suelo y remediarlos”.

El equipo está compuesto por investigadores del Instituto de Fisiología Vegetal y de la Universidad Nacional de la Plata.

El investigador remarcó que aún están en etapa de investigación y añadió que necesitan de espacios que estén contaminados donde puedan aplicar sus estudios y seguir avanzando. “Estamos trabajando en suelos de minas que han sido abandonadas pero estamos necesitando espacios que estén contaminados y que nos abran las puertas para poder trabajar”, subrayó Garita.

Conocer el funcionamiento de este hongo sirve para idear una secuencia de cultivos que permita limpiar un suelo contaminado al cabo de unos años. En cualquier caso, se trata de prácticas de fitorremediación mucho más económicas que otras que implican trabajar directamente sobre el sustrato.

Al respecto, Garita enfatizó que el poder de este hongo para eliminar metales pesados solo es un paliativo: “el primer paso es dejar de contaminar y con lo que ya se hizo mal, hay que ver qué se puede hacer en esos lugares contaminados“. Explicó que colocando plantas con este hongo se evitaría que se sigan desparramando los metales que estén allí localizados.

A pesar de este gran avance, ninguna técnica de remediación de suelos podría contrarrestar los efectos de residuos metalíferos que se siguen acumulando.

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