¿Acaso hay algún jugador argentino o brasileño al que no se le haya pasado por la cabeza la semifinal del martes 13 a las 16 horas? Profesionales, sí, pero también humanos, futboleros, de sangre caliente. Ya jugaron una final en el Maracaná el año pasado (el gran punto de inflexión de Messi y de esta camada) y todos saben que están cerca de que haya una revancha.
Es obvio y más que claro que no se puede dar nada por ganado. Que antes que Brasil, está Países Bajos, un equipo muy respetable y que tiene con qué eliminarnos. Y que ellos, después de los bailes, tampoco deben menospreciar a una Croacia especialista en penales y finalista de Rusia 2018, sin obligaciones y con jugadores de varias batallas. Pero el mundo ya está esperando lo que seria un cásico de semifinales, 100 veces más que el Inglaterra-Francia de cuartos de final.
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Imposible, entonces, no desenfocarse por algún instante e imaginar lo que sería, aunque para ambas selecciones toda la energía debe estar en el viernes.
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Brasil llegaría con tres partidos en ocho días, pero teniendo en cuenta que el de Corea del Sur fue relajado, todo definido a los 10 minutos, y que con Camerún jugaron suplentes . Mientras que la Selección, que tuvo muy cerca el último choque decisivo de fase de grupos y el de Australia, acumularía 270 minutos (o algo más si hay suplementario) en 11 días.
Hablar de un posible clásico mundial y sudamerican no implica menospreciar a nadie. Hay consciencia de que primero está lo primero, pero así como River y Boca en 2018 desandaban el camino sabiendo que cada vez estaban más cerca y que se podía generar lo que nunca, algo similar sucede ahora. Yendo para atrás, hubo solo cuatro enfrentamientos entre brasileños y argentinos en Mundiales y el más caliente fue el de octavos de final del 90 (gol de Cani). Si hay cruce, sería para la historia.
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Fuente: Olé