El museo busca cambiar el concepto de arte oriental Foto Eliana Obregn
El museo busca cambiar el concepto de arte oriental. Foto: Eliana Obregón.

Con mucho más espacio y un nuevo guion curatorial destinado a reflexionar sobre lo que entendemos por Oriente, el Museo Nacional de Arte Oriental -que funcionaba en el Palacio Errázuriz- encuentra finalmente su sede permanente y se prepara a abrir sus puertas al público el próximo 8 de diciembre, en el segundo piso del Centro Cultural Borges, con entrada libre y gratuita.

«Oriente Todo» se titula la nueva muestra principal del museo, esta vez desplegada a lo largo de mil metros cuadrados, donde se incluyen los highlights de la colección -jarrones, cofres, estampas ukiyo e, deidades, katanas, tallas y trajes antiguos- además de una segunda exposición temporaria, «Calcar destellos de un Oriente», que reúne obras de Alli Chen y Johanna Wilhelm, curada por Viviana Usubiaga.

La reapertura significa una revancha para este museo fundado en 1965, que luego de permanecer cerrado durante 18 años al público, reabrió en septiembre de 2019 en un abigarrado primer piso del Palacio Errázuriz Alvear, donde enseguida tuvo que volver a bajar la persiana, aunque esta última vez por la pandemia.

Roco Boffo la directora del museo Foto Eliana Obregn
Rocío Boffo, la directora del museo. Foto: Eliana Obregón.

Son casi 200 obras en total las que se exhiben en el nuevo espacio renovado del Oriental, aunque el patrimonio -pinturas, esculturas, grabados, objetos de uso cotidiano, de culto, indumentaria, instrumentos musicales, juguetes, fotografías y mobiliario de distintas culturas orientales- está integrado por más de 4.000 piezas originales provenientes de China, Japón, Corea, India, Egipto, Turquía, Armenia, el antiguo imperio persa, Tíbet, Indonesia, Malasia, Tailandia y otros países.

¿En qué pensamos cuándo decimos Oriente? Es uno de los interrogantes que enhebra el recorrido por la flamante muestra central, «un relato atado a la historiografía occidental europea, que hay que discutir y volver a poner sobre la mesa cuánto hay de discurso preconcebido. Entonces cuando hablamos de oriente debemos tener claro que estamos aludiendo a un atajo para decir lejos, pero en realidad ya no estamos más lejos, estas culturas están cada vez más cerca», enuncia en diálogo con Télam la directora del Museo, Rocío Boffo, en una recorrida por el espacio antes de la inauguración.

Foto Eliana Obregn
Foto: Eliana Obregón.

En el imaginario occidental, el concepto de Oriente parecería definirse por oposición: es todo aquello que no es Occidente, e incluye diversas geografías, naciones, culturas, prácticas y grupos sociales. Los intentos por conocer a ese otro no fueron ni son inocentes: tienen una dimensión política en la que la centralidad de Europa construyó un relato que fue interiorizado por el resto del mundo occidental.

Entonces, ¿cuáles son las ideas respecto de Oriente creadas por nuestro imaginario cultural? En el comienzo del recorrido, luego de la bienvenida que emiten dos réplicas de perros de fuego, un macho y una hembra, símbolo de protección -un clásico al ingreso de los Chinatown en el mundo- el visitante se encontrará con un continuado de filmes donde se encuentran los preconceptos asociados a Oriente: lo detallista, la espiritualidad, la sensualidad y una gran conexión con la naturaleza.

«Este comienzo es una recolección de lo que se va a ver a lo largo de la visita al museo, una propuesta que no está exclusivamente ligada a la colección de objetos sino más bien a las prácticas de las personas en Argentina y la admiración a muchas comunidades a través de las prácticas que provienen de países asiáticos, como la danza, la comida, la caligrafía, la poesía, el cine, la animación, la historieta, el manga», enumera Boffo durante el recorrido.

La primera vitrina del recorrido recibe el nombre de «El oriente que construimos» donde «las lecturas de Oriente se superponen, se amplían y se compactan -en palabras de la directora- a través de uno de los medios de difusión más amplio que Occidente ha tenido, la fotografía y el cine- y que ha consolidado mitos y estereotipos. Trata de poner en discusión si realmente es así» .

Foto Eliana Obregn
Foto: Eliana Obregón.

Fragmentos de Kung Fu Panda, Indiana Jones, Austin Powers, Casablanca, Karate Kid y tantas otras famosas producciones audiovisuales se emiten como un continuado fílmico, en televisores, detrás de vitrinas y acompañados de objetos representativos de eso que narran las películas enmarcadas entre 1950 y 1990. Una imaginería que remite a lo sensual, exótico, mágico y a las artes marciales.

Una muñeca que ejemplifica una danza india tradicional, con sus velos y cascabeles, una lámpara como esas asociadas al genio que concede deseos, un objeto guardauñas de una antigua dinastía y un casco de batalla del antiguo imperio persa son entonces algunos de los objetos que reciben al visitante, casi como una afirmación de esas estereotipos tan extendidos, «muchas veces muy alejado de la realidad de varias de esas culturas», detalla Boffo.

Foto Eliana Obregn
Foto: Eliana Obregón.

Luego, el derrotero se explaya en aquellos objetos traídos por inmigrantes, cargados muchas veces de valor sentimental, como instrumentos o baúles. En este núcleo expositivo los objetos han atravesado océanos para llegar hasta aquí, y a veces son recuerdos familiares pero otras veces están tamizados por el ojo europeo, es decir, encargos que adquieren a veces el gusto occidental.

«Existe una enorme comunidad migrante en toda la Argentina y tiene puntos de contacto con muchas de las cosas que hacemos cotidianamente. Hoy uno entra a cualquier negocio o almacén y se encuentra un gatito con la manito que se mueve. Ese es un objeto japonés que asumimos chino», ejemplifica la directora sobre los Maneki-neko, también conocidos como gato de la fortuna.

Una antigua armadura samurai japonesa, restaurada, unas estampas de ukiyo-e («imágenes del mundo flotante»), un tipo de grabado japonés muy conocido sobre todo a partir del uso que dieron los impresionistas como Van Gogh, y una katana o sable conforman uno de los puntos salientes de este itinerario, todo detrás de otra de las vitrinas.

Caligrafías, estampas, pinceles, rollos, cerámicas, objetos de marfil en miniatura, kimonos y algunas partes de ese ajuar van enhebrando el recorrido por el flamante museo. ¿Es Oriente más espiritual que Occidente? se interroga la directora del museo para exponer otro de los núcleos, que alude a la convivencia de los credos, las creencias, las prácticas y los ritos siempre asociado a lo espiritual: el budismo, el hinduismo, la cultura shinto, una alfombra de rezo islámica y algunos objetos, estelas y figuras típicas de templos, de altares y de ofrendas se reúnen en este núcleo.

Por ejemplo, hay aquí algunas tallas que provienen de la India, fragmentos arquitectónicos de templos o espacios sagrados: un relieve en piedra rojiza presenta a la pareja de Shiva y su esposa, Parvati. «Juntos simbolizan el amor profundo», se lee en el epígrafe que acompaña.

Además, «la idea de de la veneración a los antepasados difuntos aparece fuertemente», acota Boffo.

La sensualidad tan asociada a oriente se hace presente en otro de los núcleos, a través de la indumentaria japonesa, como los kimonos femeninos y yucatas (que es la vestimenta masculina), abanicos, turbantes, velos, calzado además de las especias y sus aromas -que podrán apreciarse en la sala-, porque «la sensualidad no solamente está asociada a la imagen visual sino a todos los sentidos», detalla.

Foto Eliana Obregn
Foto: Eliana Obregón.

Finalmente, la presencia de la naturaleza cobra protagonismo en diferentes objetos del final del recorrido, donde se representan animales o flores.

«Revisamos nuestros preconceptos para reconstruir nuevas ideas a partir de objetos, sumando la mirada de artistas contemporáneos y comunidades locales. El Museo Nacional de Arte Oriental busca difundir tanto las culturas orientales como contribuir a la convivencia en la diversidad de nuestras sociedades», explican Lucía de Francesco y Anush Katchadjian, curadoras de la exhibición.

Como corolario del recorrido, en la exhibición temporaria «Calcar Destellos de un Oriente», las artistas Aili Chen y Johanna Wilhelm trabajan con piezas hechas en papel, material paradigmático de los imaginarios sobre las artes orientales, proponiendo un contrapunto con la colección permanente del museo. Mientras que Chen modela en papel versiones de los objetos, Wilhelm evoca las piezas con papeles calados. Así, ambas proponen un acercamiento a la colección mediante luces, sombras y destellos.

«La mudanza a una nueva sede más grande y adecuada para la correcta exhibición del patrimonio y para el desarrollo de programas públicos para las comunidades es un hecho de profunda relevancia para nuestra institución y para el Ministerio de Cultura, después de muchos años en esta búsqueda», concluye Rocío Boffo.

El nuevo Museo Nacional de Arte Oriental reabre al público el 8 de diciembre, en su nueva sede de Viamonte 525, piso 2 (Centro Cultural Borges) y se podrá visitar de miércoles a domingos de 14 a 20, con entrada libre y gratuita.

Foto Eliana Obregn
Foto: Eliana Obregón.

Fuente: Telam

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