La eliminación de Uruguay del Mundial de Qatar se vivió con muchísima tristeza en Montevideo, capital de un país con mucha tradición futbolera. De hecho, el artista popular Jaime Ross tiene una frase que es toda una definición: «El Maracanazo del 50 definió el ser uruguayho».
Con los goles de De Arrascaeta, que entonces garantizaban el pase a octavos de final, hubo gritos eufóricos y muchas sonrisas, pero todo terminó en un mar de lágrimas y agarradas de cabeza.
El punto de mayor concentración de la ciudad fue la explanada del Palacio Municipal. Con la mirada clavada en la pantalla que la Dirección Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales (IMPO) tiene en su fachada sobre la principal avenida de la capital; los hinchas, que acudieron con los colores de la bandera pintada en la mejilla, gorros y camisetas celestes.
La tensión creció con la infructuosa revisión del VAR de un posible penalti para la Celeste. Es que ya en la primera mitad los del país sudamericano habían padecido con rabia el penal a favor de Ghana que finalmente André Ayew dejó en manos de Sergio Rochet. Justamente fue al Chino Rochet a quien muchos de los fanáticos concentrados le dedicaron un cántico, aunque sonaron más «soy celeste, celeste soy yo» y «volveremos a ser campeones, como la primera vez».
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También sonó este verso: «Nunca favoritos, siempre desde atrás», de una canción del músico Pitufo Lombardo. La esperanza seguía viva cuando un gol del coreano Hwang Hee-Chan al final del duelo simultáneo entre el asiático con Portugal echó por tierra las chances uruguayas. Una vez que las últimas pelotas no dieron respiro a los dirigidos por Diego Alonso y el árbitro pitó el final, la amargura, la decepción y la rabia se hicieron presentes en Montevideo.
Fuente: Olé