Juan Mattio recibir una estatuilla y 750000 pesos que forman parte de la dotacin del premio Foto Camila Godoy
Juan Mattio recibirá una estatuilla y 750.000 pesos que forman parte de la dotación del premio / Foto: Camila Godoy.

 
Escritor, docente y editor, Juan Mattio es responsable de una de las obras más audaces y originales de la literatura contemporánea y por su segunda novela, «Materiales para una pesadilla», fue elegido ganador del tercer premio de la Fundación Medifé-Filba, un trabajo donde asegura que el lenguaje es el gran monstruo: «Un escritor haría bien en pensar no solo en las alegrías o los entendimientos que puede ofrecernos el lenguaje, sino también en todas las sombras y desencuentros que lo habitan».

Editada por el sello Aquilina al igual que su primera novela «Tres veces luz», esta historia potencia los alcances del lenguaje como núcleo de malentendidos y opacidad y lo hace desde la ciencia ficción, para reforzar la idea de la máquina como sistema fallido, como una estructura falible pero también como espacio donde encontrar un orden frágil pero posible.

Multidimensional, con pliegues y la ambición de dejar planteados debates en torno a la memoria, el pasado y la justicia, esta ficción fue elegida por un jurado compuesto por María Teresa Andruetto, Fabián Casas y Mariana Enriquez, quienes la destacaron entre «La jaula de los onas», de Carlos Gamerro; «Modesta dinamita», de Víctor Goldgel; «Olimpia», de Betina González; y «Hay que llegar a las casas», de Ezequiel Pérez.

Para los tres, se trata de una «ficción anticipatoria, experimental» y, a la vez, una «novela de aprendizaje» que «a lo largo de sus casi 400 páginas visita persecuciones, terror y militancia de los años 70 y un futuro virtual donde lo humano (y su relación con muertos, fantasmas y avatares) se disuelve».

El narrador establece una búsqueda en la que se entretejen papeles, grabaciones y recortes como archivos y en ese itinerario se entrelazan otros personajes, como una investigadora obsesionada con las marcas de una máquina diseñada durante la dictadura, una programadora que proyecta un entorno virtual para comunicarse con los muertos o un escritor que integró las filas de los servicios de inteligencia.

En uno de los tramos de la novela, ese narrador que inicia y guía la búsqueda dice: «La ciencia ficción era una forma de reconectar con la paranoia de mi madre, con esa forma particular de percibir la realidad basada en los detalles. Una lógica que reúne pequeños datos en un sistema alucinado y delirante», y esa es una de las dimensiones de la novela: la de un hijo que recupera la relación de su madre con las palabras.

«El lenguaje es, digamos, el gran monstruo de esta novela. Y creo que un escritor haría bien en pensar no sólo en las alegrías o los entendimientos que puede ofrecernos el lenguaje, sino también en todas las sombras y desencuentros que lo habitan»

En el camino hasta llegar a este premio, «Materiales para una pesadilla» quedó primero junto a nueve obras, entre las que estaban las cuatro con las que compartió la lista de cinco que se definió hoy y «Sodio», de Jorge Consiglio; «El corazón del daño», de María Negroni; «La estirpe», de Carla Maliandi; «Tilde, tilde, cruz», de Fernando Chulak; y «Madre robot», de Nora Rabinowicz.

En ediciones anteriores los ganadores fueron Juan Ignacio Pisano con «El último Falcon sobre la tierra» y Federico Falco con «Los llanos». Este año la selección se realizó a partir de 201 originales y el premio consiste en una estatuilla y 750.000 pesos.

«‘Materiales para una pesadilla’ es una novela compleja, emocionante y ambiciosa, incómoda, para nada complaciente, que trabaja sobre la fragilidad de lo humano y sus certezas, sobre los lenguajes y los duelos, sobre cómo esos lenguajes producen realidades y alienaciones. En ella habitan con soltura diferentes voces y tiempos, incluso en los tramos más intencionalmente duros. Con ecos de ‘La ciudad ausente’, de Piglia, los relatos que en ella convergen se ofrecen como una maquinaria de producir memoria, dolor, violencia, pero también belleza», dijo el jurado al elegirla.

A horas de recibir la noticia del premio, Mattio (Buenos Aires, 1983) dialogó con Télam sobre este libro, sus proyectos y la centralidad del lenguaje a la hora de proyectar su trabajo con la escritura porque, como había señalado cuando recién se publicó la novela: «A veces creemos que estamos a salvo y aliviados en el lenguaje y mi experiencia personal es que no es ninguna de las dos cosas, sino un lugar aterrador. Conviví con personas cuyos discursos estaban completamente fuera de control y viví la experiencia de cómo el lenguaje puede no dar ninguna cuenta de la realidad».

Materiales para una pesadilla es la segunda novela de Juan Mattio Foto Camila Godoy
«Materiales para una pesadilla» es la segunda novela de Juan Mattio / Foto: Camila Godoy.

 

-Télam: La novela se publicó en un momento más crítico de la pandemia, de encierro más fuerte, ¿cómo fue su circulación? ¿El premio la reactualiza?
-Juan Mattio:
El 2021 fue un año de transición, me parece, entre el aislamiento total y la reapertura. Muchos libros habían postergado su salida en el 2020 y tuvimos muchísimos títulos nuevos. Creo, además, que vivimos en un sistema un poco cruel de circulación donde la demanda de novedades hace que los libros tengan una vida muy corta en cuanto a exhibición y circulación en medios, de modo que sí, ya desde la lista larga de 10 novelas hasta el premio, todo lo que sucedió este año fue una segunda vida para «Materiales para una pesadilla». Y me parece que en ese sentido, el premio tiene su valor porque arma un pequeño mapa de lecturas que, de otro modo, se verían sumergidas en la vorágine del sistema de novedades.

-T: Cuando se publicó la novela estabas trabajando en un proyecto sobre Ricardo Piglia, ¿en qué está ese proyecto hoy y en qué relación con la escritura te encuentra este premio?
-J.M: Hace algunos años la Biblioteca Nacional me dio una beca de investigación para trabajar sobre la obra de Piglia en relación al género negro. Fue una experiencia productiva porque pude tratar de chequear algunas hipótesis sobre eso que él llamada ficción paranoica. Es un trabajo que no creo que se publique en lo inmediato pero que en algún momento puede tomar la forma de un ensayo y encontrarse con lectores. No estoy trabajando ficción, después de los cinco años que me llevó «Materiales…» necesité tomar un descanso de la dinámica de la novela. Así que por ahora preparo un libro de artículos sobre temas ligados a los géneros pulp que, si todo sale bien, saldrá el año que viene.

-T: Enfermar de lenguaje pero el lenguaje como espacio a habitar es una tensión que atraviesa la novela, ¿cómo seguís leyendo esa tensión?
-J.M: El lenguaje es, digamos, el gran monstruo de esta novela. Y creo que un escritor haría bien en pensar no sólo en las alegrías o los entendimientos que puede ofrecernos el lenguaje, sino también en todas las sombras y desencuentros que lo habitan. Quise escribir sobre eso, sobre la opacidad y sobre un escritor que colabora con la Inteligencia del Estado para construir una máquina lingüística que intenta capturar la disidencia política en el lenguaje. De modo que esa tensión podría ser el núcleo de la novela porque, por supuesto, para escribirla fue necesario utilizar las mismas palabras que intentaba mirar con cierta sospecha.

-T: «Materiales para una pesadilla» se enmarca en una búsqueda, un proyecto sobre ciencia ficción colectivo como Synco, ¿cómo está ese proyecto hoy?
-J.M: Synco fue una experiencia hermosa que, al menos para mi, terminó el año pasado. Nuestra intención fue explorar, desde la ciencia ficción y la teoría, un repertorio de futuros que circulan en la imaginación política de nuestro tiempo. Algo que va desde la distopía tecnológica o ambiental hasta la aparición de futuros raros, abiertos, menos oscuros. Creo que durante los años que duró ese proyecto logramos acercarnos a algunos objetos culturales – películas, novelas, etcétera- buscando huellas de futurismo y pensar qué significaban en términos sociales.

Fuente: Telam

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