Muy impresionados quedamos al ver las reacciones en el banco argentino después de cada gol contra México. El estallido de Pablito Aimar, que no reaccionaba ni al intento de Lionel Scaloni de bajarlo a tierra. Y la propia mueca de implosión del técnico, consumado el tanto de Enzo Fernández que alejaba los fantasmas que nos carcomían desde el martes.

Después, el entrenador explicaba lo difíciles que habían sido esas horas en el bunker de Doha, y parecía incrédulo por cómo se toma la gente la suerte del equipo en el Mundial, cuando no era más que un partido de fútbol. Su propia conversación con su hermano en llanto desde Argentina le contagiaba la misma zozobra.

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Selección Argentina28-11-2022

El momento en que Scaloni y Aimar se emocionan

Scaloni es coherente con su discurso de siempre: no se subió a ningún altar cuando estuvo 36 partidos invicto y ganó la Copa América y la Finalissima, y bajó los agudos sonidos de la expectativa desmedida.

Pero ese mundo loco sobre el que el DT invita a reflexionar es el mundo en el que vive el fútbol de elite. Será tema para tratados de Psicología Social por qué nuestro pueblo se siente más inspirado por Maradona o Messi que por San Martín o Belgrano, pero es así.

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Esa misma alocada pasión es la que convierte a quienes triunfan con la pelota en celebridades mundiales mucho más reconocidas que un maestro rural o un médico de fronteras. Y aunque sea desmedido que todos los argentinos les exijan a ellos ganar y ganar y ganar siempre, y sea injusto que sobrecarguen en ellos todas sus frustraciones, hay que entender también que entre quienes lo hacen hay mucha gente que no sabe si podrá pagar el alquiler, si tendrá comida hoy para llevar a su casa o bajo qué puente tirará sus huesos a descansar.

Y que a menudo, esos 90 minutos que juega la Selección son la única posibilidad que tienen de sentir por un rato que no son perdedores.

Fuente: Olé

Por admin

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