El encuentro se realizará entre el 17 y 20 de noviembre en la ciudad de Neuquén y participarán nueve delegaciones de Viedma, Ingeniero Huergo, Puerto Madryn, El Bolsón, Zapala, San Martín de los Andes y Ruca Choroy (Aluminé).
El sábado se llevará a cabo el encuentro deportivo con seis canchas en simultáneo en la Isla 132 a partir de las 10 de la mañana y el domingo se realizará una jornada recreativa para las y los chicos en el complejo La Perla.
El evento cuenta con el apoyo de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación (Sedronar), el Instituto de Juegos de Azar de Neuquén (IJAN), la municipalidad de Neuquén, la cooperativa CALF, el Ejército Argentino, Gendarmería Nacional y el Colegio Don Bosco.
En diálogo con LU5, Heraldo Mora, coordinador de la Red Patagónica de Fútbol Callejero, detalló la historia del Futbol callejero, su modalidad de juego y cuáles son sus objetivos.
“Futbol callejero tiene más de 25 años. Nació en Moreno, provincia de Buenos Aires, como una experiencia a fin que dos grupos pudieran sobrellevar el juego y no terminar en situaciones conflictivas. Entonces a unos amigos se les ocurrió establecer algunas diferencias con el futbol tradicional y ahí nació el futbol callejero. Después se fue expandiendo en Latinoamérica y el mundo. Nosotros aquí empezamos hace casi doce años y era un proyecto para un barrio específico donde había muchas dificultades y terminó aplicándose en numerosas escuelas y espacios comunitarios”.
Respecto a la modalidad de juego Mora dijo que “se desarrolla en cualquier espacio, no tiene árbitros sino mediadores sociales y cualquier persona puede jugarlo. La particularidad es que tiene tres momentos. El primer momento donde se establecen las reglas en común acuerdo entre los equipos, eso le permite recuperar el espacio de potrero y determinar de acuerdo al espacio donde van a jugar y la creatividad de los grupos, ser protagonistas directos del desarrollo del juego. Es decir, poder crear algunas normas, algunas reglas con las cuales van a jugar y que no son tan habituales en el fútbol que conocemos. Aquí en el barrio donde jugamos los chicos adoptaron dos reglas que las mantienen en el transcurso del tiempo que son, si pega en el palo es medio gol y si hay tres caños a favor es un penal. El segundo momento es cuando juegan y tienen el compromiso de cobrar sus propias faltas, lo que es un buen ejercicio y es una toma de conciencia de que el que tengo enfrente es mi compañero de juego y no un rival que tengo que eliminar. Y finalmente en el tercer momento junto con los mediadores, los chicos y chicas que jugaron analizan lo ocurrido, el compromiso con las reglas que establecieron, que paso dentro del equipo y la solidaridad, que es como se trató un equipo con el otro. Esto es importante porque los chicos van aprendiendo a través del juego que pueden dirimir sus situaciones con la palabra y que las diferencias siempre se pueden subsanar”.