Relaciono en este título dos maneras de abordar a Pessoa y sus heterónimos: una desde la literatura, la otra desde la clínica psico- corporal.
Nos cuenta Antonio Tabucchi (nació el 24 de septiembre de 1943, en Pisa, Italia y falleció en Lisboa el 25 de marzo de 2012) en su libro «Un baúl lleno de gente» acerca del hombre que llenó un baúl con sus escritos, lo arrastró en cada mudanza, baúl que sigue vital con una obra que todavía emerge de allí multiplicada.
El poeta Fernando Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1884 y muere en su ciudad natal el 30 de noviembre de 1935, a los 47 años.
A diferencia del seudónimo, ocultamiento del nombre propio con otro nombre para no ser reconocido, el heterónimo, en Pessoa designa a distintos personajes que escriben en prosa, poemas. con variados estilos, a partir de diversas biografías y formas de vivir, de pensar. Esto vale especialmente para el cuarteto de poetas: Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro do Campos y el mismo Fernando Pessoa, como su propio heterónimo y, como Ricardo Reis y Alvaro do Campos, discípulo de Caeiro. En sus heterónimos, Pessoa logró otrarse, hacerse otro. Más de setenta fueron sus heteronimos.
«Si las cosas son astillas/ del perspicaz universo,/ que yo sea mis fragmentos/ distraídos y diversos./ Lo fueron y no lo fueron”: esta expresión de Pessoa se conecta con la famosa frase de Rimbaud, que inaugura la modernidad: Je est un autre.
Comparto del doctor Hernán Kesselman, estudioso de Pessoa, un concepto aplicado a la psicología: «La certeza de no poder ser más que aquél que somos impide llevar adelante el deseo tan humano, tan lúdico, tan típicamente infantil, de ser muchos.»
En nuestras prácticas, tanto psicológica como corporal, jugamos con los heterónimos, los llamamos «disposbles», reflexionando, jugando de diversos modos con aquellos que nos capturan en soledad. Asi empezamos a bautizar con nombres propios a los personajes que nos habitan en nuestros peores y mejores estados. Yo misma he sido conducida por varios de mis heterónimos durante la escritura del libro “Como afinar el cuerpo sin ir a California”. Allí nombré y describí a no menos de cinco.
Cuando decimos que una persona es flexible? En general cuando tiene multiplicidad de disposiciones para actuar, para sentir, para recrear conductas, cuando cree que no tiene una única manera de presentarse en la vida y no es adicta a una identidad que le impide un cambio
Antonio Tabucchi en «Sostiene Pereira», consideró la existencia de una Asamblea de cuerpos y almas (amo este concepto), un estallido de posibles voces que nos hablan y que a veces tienen una interesante armonía en sus diferencias. Asi, si dejamos actuar a nuestras distintas voces, tal vez entremos a la lectura de Pessoa dejándonos sorprender y animar por esas fuerzas que nos podrían parecer extrañas y que vienen de un acontecimiento, tal como lo define Deleuze: sucede sin que lo busquemos.
“No hay más criterio de verdad que el no estar de acuerdo conmigo mismo”, apuntó Pessoa.
Mediante los heterónimos, Pessoa promueve en nosotros una apertura desde el arte, la vida cotidiana, la literatura, la filosofía. Pero … es preciso señalar en este punto que Pessoa los interiorizó y sólo los dejó escribir libros y poemas.
Comparto el fragmento de una carta en la que Pessoa habla del origen de sus heterónimos y el poema que le da sustancia a su amplia obra poética.
“Paso ahora a responder a su pregunta sobre la génesis de mis heterónimos. Voy a ver si consigo responderle completamente. Comienzo por la parte psiquiátrica. El origen de mis heterónimos es el hondo rasgo de histeria que existe en mí. No sé si soy simplemente histérico, si soy, más propiamente, un histero-neurasténico. Me inclino a esta segunda hipótesis, porque hay en mí fenómenos de abulia que la histeria, propiamente dicha, no contempla en el registro de sus síntomas. Sea como sea, el origen mental de mis heterónimos está en mi tendencia orgánica y constante para la despersonalización y para la simulación. Estos fenómenos -felizmente para mí y para los otros- se mentalizaron en mí; quiero decir, no se manifiestan en mi vida práctica, exterior y de contacto con otros; hacen explosión por adentro y los vivo yo a solas conmigo. Si yo fuera mujer -en la mujer los fenómenos histéricos rompen en ataques y cosas parecidas-cada poema de Álvaro de Campos (el más histéricamente histérico de mí) sería una alarma para los vecinos. Pero soy hombre y en los hombres la histeria asume principalmente aspectos mentales; así todo acaba en silencio y poesía… Esto explica, tan bien que mal, el origen orgánico de mi heteronimismo. Esta tendencia para citar dentro de mí otro mundo, igual a éste con otra gente, nunca me salió de la imaginación. Tuve varias fases, entre otras ésta, sucedida ya mayor. Se me aparecía un espíritu dado, absolutamente ajeno, por un motivo u otro, a quien yo soy, o a quien supongo que soy. Lo decía, inmediatamente, espontáneamente, como siendo de verdad amigo mío, cuyo nombre inventaba, cuya historia aumentaba, y cuya figura -cara, estatura, traje y gesto- inmediatamente yo veía delante de mí. Y así inicié, y propagué, varios amigos y conocidos que nunca existieron, pero que todavía hoy, a cerca de treinta años de distancia, oigo, siento, veo. Repito: oigo, siento, veo… Y tengo saudades de ellos…”
Elijo en el cierre de esta nota un poema de los tantos que Pessoa escribió, y en el que escoge el adjetivo “fingidor” que califica de otras maneras la emergencia de sus heterónimos.
«El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
sienten, en el dolor leído,
no los dos que el poeta vive
sino aquél que no han tenido.
Y así va por su camino,
distrayendo a la razón,
ese tren sin real destino
que se llama corazón».
Fuente: Telam