El escritor Marcelo Álvaro Vallejos construye en su novela «Como un animal herido» un relato policial con un médico anestesista como protagonista que, desde un pueblo en el que aparece una mujer muerta, intentará esclarecer el caso interpelando al lector desde «un presente rabioso», dice el autor sobre el universo de la ficción en la que la memoria juega un rol fundamental.
Se trata de una novela que fue elegida de la Convocatoria 2022 de novela policial para la colección Pesquisa de la Editorial Final Abierto.
Sobre el autor
Vallejos (1962, Punta Alta, provincia de Buenos Aires) escribió un cuento para el libro «Crímenes de arena», cuya selección hizo Vicente Battista, y otro se sus textos formó parte de la antología de relatos ganadores del concurso Osvaldo Bayer 2020.
En 2009 escribió y dirigió la obra de teatro «Trámite por un cuerpo», reestrenada en 2016 en el Teatro Boedo XXI. Su novela «Bajo la luna negra» fue ganadora del «Concurso Ópera Prima» de la Universidad Nacional de Moreno (UNM Editora, 2017).
-«Como un animal herido» forma parte de la colección de novela policial, ¿cómo fue el proceso de escritura?
– El policial está construido sobre fórmulas, sobre una serie de tópicos que son los que constituyen el género, incluso si ese género es la novela negra. «Como un animal herido» rompe algunos de esos mandatos. Digamos que en la historia sí hay un crimen, sí hay alguien que investiga, sí hay un enigma por resolver, pero las cosas se plantean de un modo que puede resultar inesperado.
-¿Un escritor de novela policial hoy está obligado a encontrar nuevas formas?
– Hay mucho policial escrito. Mucho y muy bueno. Se me ocurre que de algún modo el texto tiene que ser necesario, en el sentido de que debe aportar algo que antes de ese texto no había.
-¿Por eso esa tendencia a mezclarse que se ve en los géneros?
– Claro. Igual, la hibridación de géneros es un fenómeno bastante viejo. Ya Philip Dick escribe a finales de los ’60 una novela que mezcla la novela negra con la ciencia ficción, que es ese monumento que se llamó «¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?» y fue la base para la película Blade Runner, de Ridley Scott. Casi dos décadas después Umberto Eco funde tópicos de un policial clásico con una historia medieval, en «El nombre de la rosa». Diría que el género puro es un formato obsoleto.
-Vicente Battista en la contratapa del libro avisa que hay una vuelta de tuerca con el detective. ¿Cuál es esa vuelta de tuerca?
– La novela está escrita en segunda persona y en un presente rabioso. Si bien esa segunda está dirigida a uno de los protagonistas, que es un anestesista que llega a un pueblo a reconocer el cuerpo de una joven, también funciona interpelando de algún modo al lector, que se siente aludido, o incluido por esa interpelación. Entonces se produce una especie de corrimiento de la función del detective, ese es el desplazamiento del que habla Battista. El lector de alguna manera cumple la función del detective.
– La novela cuenta lo que ocurre en un pueblo ante la muerte de una mujer que presuntamente fue asesinada. Y se ve, en el curso de la historia, la cantidad de trabas que hay para investigar el caso. ¿Hay una crítica en eso?
– Es que el universo administrativo parece haber sido creado no para organizar el mundo sino para enredarlo. La cantidad de pasos que son necesarios para llevar adelante cualquier acción en nuestras sociedades son tantos que se termina perdiendo de vista lo importante. De todos modos, la muerte del personaje Sofía Miranda está planteada en la historia como un enigma, es una especie de agujero negro alrededor del cual se va tramando la historia.
– Ese vacío que señalás, en la historia tiene consecuencias. Pareciera que el protagonista no tolera ese vacío.
– El vacío es difícil de tolerar. Este protagonista no lo soporta. Sobre todo, el vacío que aparece en su memoria cuando no puede recordar dónde conoció a esa mujer, ni cuándo. A partir de ese olvido el protagonista pone en cuestión el resto de su memoria, porque empieza a preguntarse por qué debería confiar en ella si algo aparentemente importante en su vida fue borrado por completo. Es como si el personaje se preguntara: «si somos lo que hay en nuestra memoria, y la memoria nos falla o nos miente, cómo podemos estar seguros de quiénes somos». Es una especie de desmoronamiento ontológico, digamos.
– ¿Cómo te interesaba pensar al olvido como eje?
– El olvido, la conciencia del olvido, hace que el protagonista empiece a desmoronarse. Se desmorona, al menos, la personalidad con la que llega al pueblo. Sus dominios se ponen en cuestión, su universo de seguridades se tensiona. Duda de sí, de quién fue. La soberbia con la que se movía al llegar se disuelve.
Fuente: Telam