Estudioso, metódico, experto en los laberintos del pizarrón, el director técnico santafesino Gustavo Alfaro cosechará ni más ni menos de lo que ha sabido sembrar en una extensa trayectoria: la justa recompensa de dirigir a la selección de Ecuador en el Mundial de Qatar.
No será, por cierto, el primer Mundial que presenciará Alfaro, habida cuenta de que estuvo en Alemania 2006, Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018, pero en todos casos en condición de comentarista de Caracol Televisión de Colombia.
Acaso la vida del rafaelino, «Lechuga» para sus amigos, se encaminaba hacia una nueva experiencia en las lides periodísticas, un rol sostenido por sus amplios conocimientos del fútbol propiamente dicho y por una verba cuidada y fluida.
Ya en los tiempos de su trabajo en Huracán, hacia 2017/2018, Alfaro se sentía algo desgastado, fantaseaba con dar por terminado su derrotero como entrenador, pero sucedió entonces que recibió la irrechazable oferta para dirigir el plantel de Boca.
Y en la Ribera estuvo al frente de la conquista de la Supercopa Argentina de 2018 y se alejó con un bagaje de casi el 65 por ciento de los puntos disputados en medio centenar de partidos.
Hasta que asomó en la carpeta de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, un guiño del destino y un desafío que promovió un reguero de prejuicios: ¿Qué podía hacer un entrenador con fama de defensivo y de severo investigador del laboratorio futbolero a cargo de un grupo de futbolistas sospechados de escasa disciplina dentro y fuera de la gramilla?
¿Cuáles serían las selecciones más aptas para ser dirigidas por Gustavo Alfaro. ¿Argentina? ¿Uruguay? ¿Paraguay? ¿Y cuáles serían las tres menos recomendables? Tal vez Colombia, Perú y, seguro, Ecuador.
¿Qué va a hacer el «científico» Alfaro con jugadores livianitos como los ecuatorianos?
¿Qué hizo? Ahí están las pruebas deducibles a los ojos de quien sepa apreciarlas.
Lejos de sancionar o recortar las dotes naturales, la técnica, el control, la gambeta y el pase aterciopelado, Alfaro dispuso de una estructura capaz de contener lo más jugoso de la materia y sazonó el plato con juramentaciones de recompensa alta, suela firme y corazón caliente.
Devoto del 4-4-2, de dos torres en el centro de la defensa, de un mediocentro de pase claro al compañero y mucho ataque por las orillas, el «Profesor» Alfaro adaptó la materia prima a su ideario y los futbolistas ecuatorianos contribuyeron con ductilidad y un gigantesco salto de calidad.
Una clasificación con todo en su lugar: grandísimos partidos, incluso fuera de Quito, y segunda delantera más goleadora, con 27, ¡los mismos que Argentina!
Alfaro es un genuino animal futbolero nacido en Rafaela el 14 de agosto de 1962, que en las canchas destacó como un espigado mediocampista de Sportivo Norte, Club Atlético Villa Alvear de Chaco y, sobre todo, de Atlético Rafaela, su lugar en el mundo para terminar su etapa de pantalones cortos y comenzar la etapa de conductor desde la línea de cal. Esto, hacia 1992.
Estamos en presencia de alguien con tres décadas como director técnico y en territorios variopintos. En orden cronológico, Patronato, Quilmes, Atlético Rafaela (bis), Belgrano, Olimpo, Quilmes, San Lorenzo, Arsenal de Sarandí, Rosario Central, Al-Ahli de Arabia Saudita, Arsenal (bis), Tigre, Gimnasia, Huracán, Boca y la selección de Ecuador.
Seis son sus títulos hasta aquí: el último, con Boca, pero antes dos con Olimpo en la Primera B Nacional y tres con Arsenal: Copa Argentina, Supercopa Argentina y Copa Sudamericana.
En la selección tricolor ha sumado el 50 por ciento de los puntos disputados. También hagamos las cuentas simbólicas: el 20 de noviembre en el Estadio Al Bayt de Jor, cuando Ecuador visite a Qatar en su debut en el Mundial con Alfaro en la línea de cal, soplarán vientos hacia el wing de la justicia.
Fuente: Telam