Isha Escribano msica periodista instructora de yoga y ahora escritora Foto Alejandra Lpez
Isha Escribano, música, periodista, instructora de yoga y ahora escritora. Foto: Alejandra López.


Unos tres años se tomó Isha Escribano, médica, periodista, música, conferencista e instructora de yoga, para escribir su biografía: “Solo es vida si es verdad”. Un tiempo en el que atravesó una pandemia, condujo ejercicios de meditación, mantras y conocimiento por streaming en los que llegaron a sumarse 9 mil personas por día. Por ese entonces ya llevaba un año y unos meses desde el inicio de su transición de género.

Sin embargo, lo que cuenta en el libro que editó Penguin, y que llega a las librerías a partir del 1 de noviembre, va mucho más allá de un aspecto puntual de su identidad. Las páginas describen sus logros, aciertos, derroteros e intensa búsqueda personal, además del sostén y el refugio que encontró en la meditación, el yoga y el conocimiento védico, junto con las enseñanzas y el amor que recibió de Sri Sri Ravi Shankar, su adorado amigo y maestro espiritual.

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Como Isha misma menciona en los primeros párrafos de su flamante publicación: “Con este libro -escrito junto a aquella niña que sobrevivió estoica al sistema educativo y al mundo de los adultos, así en masculino- pretendo dejar testimonio de una innumerable concatenación de íntimas metamorfosis y transiciones. Y ya no, solamente, de género, sino también de todas aquellas que me llevaron hacia una existencia más libre, florecida y feliz. Compartir, evocar, adentrarme e indagar en los aprendizajes y travesías del camino personal trasciende los límites de esta autobiograf ía; por lo que prefiero pensarla como una herramienta, un acompañamiento, una mano de la cual eventualmente tomarse para transitar el necesario sendero que nos lleva de la oscuridad a la luz, del padecimiento al contento, de un lugar de extravío e ignorancia a uno de mayor confluencia y acercamiento a la verdad”.

«Con este libro pretendo dejar testimoniode una concatenación de metamorfosis y transiciones»

Escribano eligió como subtítulo para sus memorias “Cómo transformar el miedo en amor y el amor en acción” y conjuga en el texto su autobiografía, su infancia en una familia acomodada como hija de José Claudio Escribano, ex director y actual integrante del directorio del diario “La Nación” y prima de la reina consorte de Holanda Máxima Zorreguieta, en la que se vio obligada a ocultar su propia identidad simplemente para sobrevivir, hasta que finalmente un día, cuando se dio cuenta de que «si no era feliz no tenía nada que perder” se aventuró en el salto final «hacia la bondad, la belleza, la verdad». Ese día, en sus palabras, “el terror pánico de quedar atrapada por siempre dentro del brote se hizo mucho más intenso, asfixiante y doloroso que el riesgo de florecer”. Pero más allá de los datos biográficos el libro ahonda en los sentimientos de Isha y en su lucha por liberarse (“no se trata de encajar, se trata de florecer”). Sobre la capacidad redentora que para ella tuvo la escritura en aquella lucha por ser fiel a sí misma que comenzó cuando apenas tenía tres años y se escondía en el baño para vestirse con ropas de mujer, conversó la autora con Télam.

Foto Alejandra Lpez
Foto: Alejandra López.

-Télam: ¿Cuál es el propósito que tiene el libro? Pensaste en sanarte a vos misma o en divulgar tu experiencia para otras personas trans a quienes les pudiese servir tu testimonio?

-Isha Escribano: No sesgaría el target de la gente a quien está dedicado el libro. Creo que es una suerte de doble salto hacia la libertad. Por un lado, es todo lo que yo tuve que hacer para poder tener algo tan básico como vivir mi identidad, que pareciera algo elemental, pero en el siglo XXI todavía sigue teniendo una complejidad bastante grande. Además, si no visibilizamos nuestras historias muchas personas permanecerán en la sombra. Por eso digo que esas páginas son mi pequeño homenaje a cada valiente mariposa cuyo único pecado fue el de haber osado desplegar sus infinitas alas.

-Pero también hay una búsqueda…

-Sí. Por un lado es el salto hacia la libertad, para ser quien soy en este cuerpo, en este mundo material de nombres y formas, pero por otro lado hay todo un recorrido en mi vida personal que, por diferentes circunstancias, me lleva a tener que indagar en aspectos más profundos de mi ser, incluso en aspectos que trascienden el cuerpo, el nombre, la forma. Desde la infancia quise ponerle fin al sufrimiento y empecé a preguntarme cuál es el propósito en esta vida, ¿quién soy? ¿a qué vine a este planeta? Creo que todo el recorrido, como quien va viendo por las ventanitas de un tren, puede, eventualmente, inspirar, alentar o  iluminar también a alguna persona que esté queriendo ir de un lugar de oscuridad a un lugar de más luz, de un lugar de sufrimiento a un lugar de celebración.

«Quiero inspirar o iluminar a alguna persona que esté queriendo ir de un lugar de oscuridad a un lugar de más luz».

-¿Pero ese recorrido también lo hiciste respecto de vos misma? En el libro pareciera haber una escritura concéntrica que ahonda sobre sí misma y busca cada vez una indagación más profunda.

-Sí. Por supuesto. Voy contando lo que voy pensando frente a diferentes situaciones. Me gusta dar mi punto de vista,  siento la libre expresión para poder contar cosas que no necesariamente pude contar cuando trabajaba en medios de comunicación. En la escritura siento que tengo realmente la posibilidad de expresar mi derecho de ciudadana, la pluralidad de ideas y la libertad de expresión.

-A la vez, fue para vos un proceso de sanación que se va operando a lo largo del texto…

-Yo creo que hay un proceso o hay algo de eso. Como bien observás al principio el libro lo estoy escribiendo desde un lugar, si se quiere, un poquito más a la defensiva, con viejas trazos de una personalidad que ya termina de morir o muere y que ha tenido que desarrollar ciertas emociones o actitudes no deseables cuando el mundo se hace hostil a tu alrededor. Esto sucede para que la realidad no te duela tanto.

Pero a lo largo del libro cuando voy reescribiendo, editando o revisando dos años después, me encuentro que hay un montón de emociones que ya no están. La palabra que me surge para definir lo que pasó es “redención”, porque me redimí en muchos aspectos, cosa que me pone muy feliz no solo por las otras personas, sino también por mí, porque creo que la paz no tiene precio. Y si hay algo que nos aúna con el resto de nuestros semejantes es esa búsqueda incesante por la alegría y el amor. Siento que termino escribiendo el libro con una paz en mi corazón mucho más grande que la que tenía cuando empecé a borronear las primeras líneas.

Foto Alejandra Lpez
Foto: Alejandra López.

-Por lo que contás, el proceso de escritura fue bastante largo…

-Sí. A fines de 2019 me llamó una editora de Planeta interesada en que compartiese mi historia, y ya desde ahí empecé a bosquejar ideas. Después me llamaron de Penguin, con quienes terminé firmando un contrato, y lo seguí ya con más determinación. Terminé entregándolo en agosto de 2022. Así que fueron casi tres años de los cuales más de dos años, han sido de muchísimo trabajo, muchísimo esfuerzo, y un enorme compromiso. Y para ello me valí de tres herramientas infalible: silencio, para reposar en lo profundo de mi Ser; destierro, para reinventar una morada; astucia, para disfrutar ser como soy y no morir con la canción dentro de mí.

-En ese transcurrir el texto registra un cambio de mirada respecto de tu familia que se va volviendo más compasiva…

-Creo que es cierto. No diría solo de mi familia sino del entorno de la sociedad. Sucede que cada semana tengo que lidiar con situaciones adversas y algo que aprendí es, tal vez, a tener un poco más de compasión y a comprender las limitaciones, el sufrimiento y los prejuicios ajenos. A comprender que esa gente que juzga o  rechaza o ignora o humilla o se mofa, no necesariamente es dueña de lo que piensa. Muy poca gente realmente es librepensadora. En lo que dicen los demás hay una gran influencia de su entorno. No hay texto sin contexto.

Entonces creo que sí, pude tener una mirada más empática, más amorosa y compasiva pero nunca estuve ni estoy dispuesta a transar cuando se cruzan ciertas barreras, ciertos límites de no respeto de identidades, de mis pronombres, y otras cosas básicas que están incluso, gracias a Dios, en la Ley de Identidad de Género. No transo cuando esas cosas no se respetan ya ni siquiera por mí, sino por todas las personitas que ni siquiera han venido a este mundo. Ahí es cuando no transaba, pero nunca actué de una manera violenta o vengativa. Pero sí aprendí a decidir realmente si yo quería esos vínculos en mi vida y me apartaba de todo tipo de personalidades toxicas.

Como dijo Gandhi: “No voy a permitir que nadie por mi mente con sus pies sucios”. En el libro me empeño en dejar en recordarnos que la manada que no nos acepta como somos no es nuestro mundo. Y que sí hay, en cambio, un fascinante universo donde podemos reinar simplemente siendo como somos. De ahí que invite, desafíe y hasta implore, a que cada cual pueda aventurarse a encontrar y abrazar aquel lugar sagrado. Adentro y afuera. Y recuerde que las personas con el mayor potencial suelen demorarse un poco más para encontrar su senda, ya que su extrema sensibilidad es un arma de doble filo: viven en el corazón de su brillantez, pero eso también las hace más susceptibles a los pesares de la vida. Lo bueno es que no se nos penaliza por entregar nuestro propósito fuera de término. El alma no sabe nada de calendarios, plazos ni fechas de vencimiento. De hecho, una de las mayores enseñanzas que recibí en estos últimos años es que nunca es tarde para transformar el miedo en amor, y el amor en acción.

-En algún caso ese apartarse de ciertos vínculos también te aparto de cierto lugar de privilegio: venís de una familia acomodada, de cierto lugar social, con muchos temas resueltos…
-Claro. Y de dónde me agarro yo, ¿cuál es mi sostén para poder renunciar a todo lo que te estás refiriendo? Porque una cosa es renunciar cuando solo tenés un taparrabos y otra es cuando estás en un lugar de privilegio excepcional. Lo que a mí me salvó en ese sentido fue la espiritualidad, el contacto con el ser, con un conocimiento que no perece. Todas esas cosas: fama, dinero, prestigio, una carrera, están sujetas a cambios. La persona que hoy te ama, puede que mañana no esté. O viceversa. La que hoy cree que sos una genia, mañana te echa del trabajo. Pero hay una dimensión que no cambia: nuestra esencia, la fuente de amor, paz, alegría , todo el conocimiento védico del yoga, de la meditación que vengo practicando lo puse al servicio de trascender, de quedarme sin nada para obtenerlo todo. Asimismo, a lo largo de estos años jamás han faltado manos amorosas, cariñosas, dulces. Dios, o como se llame esa energía inteligente y amorosa, jamás nos suelta las manos. Es nuestra mente limitada la que siente carencia, orfandad. Ese aprendizaje transité a flor de piel estos últimos años, algo que sigo aprendiendo y recordándome cada día. En este aspecto me encantaría mencionar un breve párrafo de inconmensurable valor, esa otra gran ecuación de Einstein, que reza: “Un ser humano es una parte del todo que denominamos universo. Se experimenta a sí mismo como algo separado del resto: una suerte de ilusión óptica de su conciencia que nos restringe a nuestros deseos per- sonales y a sentir afecto solo por las pocas personas que tenemos cerca.Nuestra tarea debe consistir en liberarnos de esa prisión, ampliando nuestro círculo de compasión, para abrazar a todos los seres vivientes de la naturaleza en toda su belleza”. 

La tapa del libro que llega a las libreras este martes
La tapa del libro que llega a las librerías este martes.

-Mencionaste al yoga, uno de los pilares de tu libro, ¿creés que podrías haber hecho la transición de género sin el apoyo de “Guruji”, como llamás a Ravi Shankar?
-”Ji” es el sufijo cariñoso que se agrega a “gurú” que es maestro. Si yo no lo hubiese conocido, si él no me hubiese enseñado todo lo que me enseñó y cuidado todo lo que me cuido, yo me hubiese suicidado, no tengo dudas. No hubiese podido atravesarlo. No es que él me apoyó en mi transición. El me brindó herramientas para florecer en la persona que soy. De hecho, uno de los más grandes desafíos consiste en concebir la vida como una obra de arte, en la cual cada persona pueda llevar su proceso evolutivo hasta las últimas consecuencias.

Lo cierto es que antes de empezar mi transición entré dos meses en silencio y luego salté, sin consultarlo con absolutamente nadie. No había nada que preguntar. Había llegado a ese lugar donde ya ni siquiera hay preguntas. La acción correcta había surgido por si misma. No había nada que decidir. Unos tres años después, en Los Angeles, nos vimos con mi maestro por primera vez, yo ya con mi verdadera identidad, y todo lo que recibí por parte de él no fue más que entusiasmo, alegría, apoyo, ternura, abrazos, sonrisas, amor. Esas semanas compartimos varias charlas y caminatas mano a mano, entre sonrisas, recuerdos y el entrañable afecto que nos tenemos desde hace tanto. Fue tan caballero y respetuoso conmigo. Recuerdo que el primer día que me vio no paraba de decirme lo linda que estaba. Y hasta me regaló una hermosa rosa roja.

-Pero esa ayuda que recibiste también se transformó en servicio: quien te siguió en tus redes durante la pandemia advirtió que organizaste meditaciones por streaming que fueron multitudinarias, como un modo de acompañar y ayudar a la gente…

-Yo vengo haciendo servicio, de a poquito, desde el año 2001, cuando empecé a enseñar yoga, técnicas de respiración y meditación. He grabado ocho discos y brindé infinidad de conciertos, talleres, charlas y seminarios. Cuando empezó la pandemia, sentí el sufrimiento de la gente. Yo estaba feliz porque había silencio, disfrutaba un montón de la tranquilidad en mi casa porque también veía que el ser humano dejaba de hacer daño a la naturaleza pero también sentía el sufrimiento de la gente, que perdía empleos, que sufría violencia doméstica, la incertidumbre y el estrés de estar confinada por tiempo indefinido. Entonces puse un hashtag #LaSalidaEsHaciaAdentro y empecé a guiar meditaciones a las siete de la tarde, pensando que esto iba a durar muy poquito. Yo estaba en plena transición de género y mi terapeuta me pidió que no me expusiese ya que en las redes había mucho odio y yo penaba que no podía guardarme esto que me ha salvado la vida. Lo tenía que compartir.

-Y se volvió una costumbre en pandemia…
-Sí. Todos los días a las siete de la tarde, en mi cuenta de Instagram, durante casi dos años, primero hablaba un poco de conocimiento, después cantaba mantras o canciones propias, canciones de los Beatles y después guiaba una meditación. Me pasa que todavía me para gente por la calle para agradecerme.  Llegamos a ser hasta 9 mil personas meditando cada día, de los lugares más remotos del mundo.

Esto surgió de lo que me enseñó mi Maestro en esta búsqueda de felicidad. Yo medito diariamente hace 25 años, soy vegana, hago yoga, hago un poco de actividad física, me cuido para estar bien, para estar contenta, para eliminar el estrés. Entonces, la verdadera felicidad nace de cuando vos empezas a tener más contacto con tu ser y te nace dar. Lo que hice fue la resultante de  una persona que está saltando en una pata de alegría y quiere compartir esa experiencia hermosa. El verdadero servicio es producto del contentamiento, del agradecimiento con la vida. No es necesariamente una acción; es más bien una actitud de “qué puedo hacer por vos”. De ahí la palabra “gauchada”, y el espíritu de muchísima gente de nuestro hermoso país. Creo que ahí se esconde una de las más preciosas riquezas de nuestra Tierra y nuestra hermosa gente.

-Sin embargo, según contás en el libro, desde chica tuviste esa sensibilidad para ver el dolor del otro…

-Sí. Por eso me fue tan difícil llevar durante tantos años el género que tuve que llevar,  porque en ese género no se te permiten muchas, no sé permite “mariconear”  por decirlo de una forma simple. Pero yo la tuve. También esa sensibilidad se potencia cuando salimos de nuestro ombligo, cuando podemos mirar alrededor. En los últimos años se despertó en mi un fuerte espíritu maternal. Ganas de cuidar, de nutrir, de abrazar… a quien lo necesite. Con el género que tenía asignado al nacer eso no podía expresarlo en su totalidad. Son innumerables los elementos que desde el modo más burdo al más sutil han excluido históricamente a quienes no encajan en la horma y se rehúsan a existir de una forma ajena a la de su propia identidad. El “pensamiento binario” da origen, perpetúa y justifica una de las principales y primeras formas de violación de los derechos humanos. Tan despiadada, que nos asfixia, encorseta y reduce a una mínima expresión posible desde la infancia. Por eso en el libro digo que el género, per se, es violento.

-Repasando tu trayectoria: sos médica, sos periodista, sos música, sos instructora de yoga, das charlas y talleres para empresas de todo el mundo sobre inclusión, diversidad, bienestar, aceptación… ahora sos escritora, , ¿cómo te definís? ¿quién es Isha?

-Creo que no soy nada de eso. No soy lo que hago. Yo soy un ser espiritual viviendo una experiencia humana y mi alma se expresa en este mundo haciendo todas estas cosas, pero esas actividades no me definen.

-El texto también está atravesado por la literatura, apelás a referencias literarias para narrar situaciones y emociones…

-Es que está el hecho estético. Creo que la belleza es parte de nuestra existencia, de la Divinidad, de cual también somos parte. Nada ni nadie está por fuera de “Eso”… el hecho estético, la buena prosa, las lindas ideas son un deleite para mi intelecto de la misma forma que puedo disfrutar de una canción, un paisaje, una caricia o de la fragancia de una flor. La literatura me ha abierto puertas a nuevas realidades y, a veces, es tan gráfico lo que dicen ciertas plumas -caso Yeats, Allende, Borges, Angelou o Tagore- que me valgo del talento de muchas de esas personas imprescindibles y extraordinarias para decir, destacar o describir cosas que tal vez no sé si yo las pudiese haber expresado de una forma tan clara, contundente y tan hermosa. Siento que de a poco la humanidad comienza a darse cuenta de que la buena música puede venir de cualquier cuerpo, así como también que el mundo no necesita gente que lo salve, sino que brille y esté contenta siendo quien es. Nelson Mandela inmortalizó: “¡Que reine la libertad! El sol nunca se puso en tan glorioso logro humano. Cuando dejamos que nuestra propia luz brille, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo”.

Fuente: Telam

Por admin

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