Foto Alfredo Luna
Foto: Alfredo Luna

El director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el argentino Rafael Grossi, reconoció que “es difícil, pero necesario” establecer una zona de protección alrededor de la central nuclear ucraniana de Zaporiyia, ocupada por las fuerzas rusas y blanco de bombardeos, y con ese objetivo dialogó en las últimas semanas con los presidentes de ambos países en guerra, quienes, dijo, «desde su profundo y radical desacuerdo reconocen que debe protegerse la planta”.

En entrevista con Télam durante la primera visita oficial a su país natal como jefe de la agencia nuclear de la ONU, el diplomático dijo que lo que está en juego es “la posibilidad de un accidente nuclear con consecuencias radiológicas importantes para la población de ambos países” y manifestó que “si algo sucede, no tendremos otra opción que culparnos a nosotros mismos, a los que lo hayan hecho y a los que no hayan aceptado escuchar la voz de lo que proponían una solución”.

“Lo que estamos viendo en Ucrania es una configuración muy parecida a la de la Segunda Guerra Mundial, con trincheras, artillería pesada, bombardeos durante horas y horas a una posición para ganar algunos metros y volverla a perder, ciudades asediadas, mujeres violadas y chicos que no tienen qué comer”, comparó Grossi, que visitó Ucrania y la planta de Zaporiyia junto a un equipo del OEIA que permanece allí de forma permanente para velar por la seguridad de la planta.

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Foto: Alfredo Luna

-Usted viene pidiendo una zona de protección alrededor de la planta de Zaporiyia hace meses, pero los bombardeos y la pérdida de suministro eléctrico externo continúan. Tras reunirse con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y el ruso, Vladimir Putin, ¿es optimista de generar esta zona desmilitarizada?
-Es difícil, pero necesario. Tenemos un espacio político que se va abriendo a partir del momento en que tanto Zelenski como Putin, desde su profundo y radical desacuerdo, no diría coinciden porque creo que a ellos mismos no le gustaría decir que coinciden en algo, pero sí ambos reconocen que debe protegerse la planta, que no puede continuar esta situación. Un esquema como el que nosotros estamos proponiendo establecería un sistema disuasivo y también un sistema de responsabilidad para quien lo fuera a violar. De modo tal que nosotros pensamos que añade valor y que da una idea muy clara de que la central no puede ser un objetivo militar legítimo.

-¿Qué es lo que está en juego?
-Hay muchas cosas en juego. Está la posibilidad de un accidente nuclear, con consecuencias radiológicas importantes para la población de ambos países. No olvidemos que esta planta está sobre la línea del frente, entonces cualquier situación que sucediese allí tendría efectos sobre ambos lados, y dependiendo de la magnitud del acontecimiento, aún más allá. Recordemos lo que pasó con Chernobil donde hubo consecuencias bastante amplias en cuanto al espacio geográfico. Está en juego también en cierto modo la viabilidad del sector nuclear. En general, los países que tienen energía nuclear están preocupadísimos porque hay mucha gente que dice que entonces las centrales nucleares son inseguras. No, no son inseguras, pero sí si están en el medio de una guerra y nadie hace nada.

-Mencionó Chernobil, un antecedente que se mencionó bastante teniendo en cuenta la situación de Zaporiyia.
-El accidente de Chernobil fue producto de una negligencia, de un sistema como el soviético que era poco transparente, ineficiente, etc. El accidente de Fukushima fue producto de un terremoto de una magnitud que no se veía desde el siglo 8, seguido por un tsunami. Pero si ahora hay un accidente en Zaporiyia, ¿a quién le vamos a echar la culpa cuando nosotros sabemos lo que hay que hacer para evitarlo?. Es por eso que tengo ese ardor en lo que hago de tratar de establecer esta zona de protección antes de que suceda. Porque si algo sucede, no tendremos otra opción que culparnos a nosotros mismos, a los que lo hayan hecho y a los que no hayan aceptado escuchar la voz de los que proponían una solución.

Telam SE

-Usted encabezó una misión del OIEA a la planta y durante el viaje hubo momentos de tensión al cruzar uno de los frentes ¿Dudó en seguir?
-Hubo un momento feo cuando pasamos a la zona de tierra de nadie, la zona gris, como lo llaman. Comenzaron a sonar disparos de manera sostenida y en ese momento fui consultado por el jefe de seguridad de Naciones Unidas que me acompañaba si continuábamos o no. Me dijo que era mi decisión y mi decisión fue muy clara de continuar. Obviamente, no soy Superman y me puedo equivocar, tuve dudas incluso de si me iba a equivocar o no, pero también tenía un gran convencimiento de que había que seguir. Mi rol como funcionario internacional no era escaparme sino continuar.

“Lo que estamos viendo en Ucrania es una configuración muy parecida a la de la Segunda Guerra Mundial, con trincheras, artillería pesada, bombardeos durante horas y horas a una posición para ganar algunos metros y volverla a perder, ciudades asediadas, mujeres violadas y chicos que no tienen qué comer”

 
-Más allá de los daños físicos por los bombardeos, ¿cómo es la situación humana dentro de la planta? Medios internacionales llegaron a describir a trabajadores ucranianos amenazados a punta de pistola por los soldados rusos.
-El factor de los trabajadores es muy importante. He intervenido por ellos, como en el caso del director general de la planta que fue privado de su libertad durante largas horas e hice gestiones bastante intensas para su liberación. He hablado con los rusos y con los ucranianos instándolos a que dejen tranquila a esa gente. La puja geopolítica no va a pasar por lo que pase con los empleados. Te voy a poner un ejemplo un poco burdo, pero que ayuda quizás para comprender: es como distraer y poner nervioso al piloto del avión en el cual estás viajando. Cada vez que voy a una planta nuclear en Ucrania, he ido a varias, hablo con los empleados, les manifiesto mi solidaridad y el hecho de que el organismo está pendiente de ellos.

Foto AFP
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-Al recibir el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la máxima distinción de la casa de estudios, usted comparó la situación en Ucrania con la Segunda Guerra Mundial. ¿Podría profundizar en esto?
-Cuando hablamos de conflictos en el siglo XXI entre grandes naciones, la imagen de un conflicto armado se orienta más hacia los sistemas de alta sofisticación bélica. Pero lo que estamos viendo en Ucrania es una configuración muy parecida a la de la Segunda Guerra Mundial, con trincheras, con líneas bastante fijas, con utilización de artillería pesada, bombardeos durante horas y horas a una posición para ganar algunos metros y volverlos a perder, con blindados al costado del camino quemados. Generacionalmente, no viví la Segunda Guerra Mundial, pero como muchos otros he visto las imágenes, y me parecía estar viviendo eso. Y con todo lo que esto acarrea, ciudades asediadas, como Mariupol, mujeres violadas y chicos que no tienen qué comer.

Fuente: Telam

Por admin

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