«Trato de que haya una reparación de la memoria colectiva y de no dejar mayor espacio a los olvidos programados», dice el escritor cubano Leonardo Padura, una de las voces más celebradas de la literatura en español, quien vuelve al ruedo con la novela «Personas decentes», décima entrega de la exitosa saga del detective Mario Conde, inaugurada hace más de dos décadas y con ella, una panorámica que avanza sobre la Cuba contemporánea.
En «Personas decentes» hay más muertos y escenarios más perversos que en todas las entregas anteriores sobre Conde y eso que Padura, nacido en La Habana en 1955 y hace 67 años residente en el mismo barrio de Mantilla donde nació, hace más de dos décadas que viene generando situaciones criminales que confronten a su policía retirado con la actualidad cubana.
También hay una de las críticas más crudas a la Cuba de su generación, vinculada a la persecución a artistas que no respondieran a los cánones revolucionarios de pureza ideológica en los 70.
Fiel a su método, hay también una crónica sobre la realidad social en Cuba, en este caso, contada en dos tiempos: el del rey de los prostíbulos de principios de siglo XX en ese país, Alberto Yarini, y el de la Cuba de un siglo más tarde cuando muy brevemente florecieron las relaciones entre Cuba y Estados Unidos con la decisión del presidente Barak Obama de visitar la isla, la primera visita de los Rolling Stones y el primer desfile de Chanel.
Si una pregunta recorre la novela publicada por Tusquets es si peor la indiferencia, el borramiento silencioso, que la condena pública. El libro habla de una categoría de desaparecido que sigue surcando las calles, invisible e inaudible, dentro de su propia piel, anulando incluso en esa errancia física el reclamo de otros (cuerpos presenciales) sobre él. Y plantea trampa macabra en eso de que sus cuerpos persistan vacíos de metafísica luminosa y entonces este policial adquiere connotaciones del orden del género del horror.
«La novela trata de una realidad que ocurrió en Cuba en la que hubo muertos civiles, artistas de los que no se volvió a hablar, ni a representar ni a publicar por muchos años, algunos rehabilitados y otros muertos en el ostracismo, como José Lezama Lima o Virgilio Piñera, de los más grandes escritores cubanos del siglo XX», resume ante Télam Padura, dentro de la maratón de diálogos periodísticos que le significó esta gira por Latinoamérica. Y subraya: «una situación muy dura para quienes la vivieron, sobre todo, porque no sabían si tenía fecha de vencimiento».
«Trato de que haya una reparación de la memoria y de no dejar mayor espacio a los olvidos programados. Siempre digo que si en 2050 alguien lee los periódicos cubanos de la época junto a mis novelas va a pensar que se trata de dos países distintos: el país feliz del periodismo oficial cubano y el más dramático de mis novelas. Y te puedo garantizar que el mío se parece más a la realidad que el de los periódicos», dice el narrador, periodista y guionista ganador del Premio Princesa de Asturias a las Letras.
«Mis libros en Cuba circulan poco y nada. Hace 26 años Tusquets primero me publica en España, después en América Latina y le da los derechos a un sello cubano, porque en Cuba no se importan libros, además de que sería imposible venderlos a 25 euros porque eso es lo que gana un cubano en un mes.»Leonardo Padura
Padura es autor de una obra premiada y traducida a varias lenguas que llegó a las plataformas en formato TV con series como «Cuatro estaciones La Habana», una adaptación de las novelas «Adiós, Hemingway», «La neblina del ayer», «La cola de la serpiente» y «La transparencia del tiempo». Todas protagonizadas por Mario Conde. Y es autor de libros celebrados como «El hombre que amaba a los perros», donde reconstruye la vida de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky, al tiempo que la vida en la Cuba Contemporánea.
Télam: En «Personas decentes» persiste una voluntad de historiador, de recuperar una Historia que no es la oficial.
Leonardo Padura: Me di cuenta desde el principio, mientras avanzaba con las novelas, que podía ser una crónica de la vida cubana contemporánea, una manera de escribir una historia de la sociedad cubana y Conde es un memorioso, un cabrón recordador que emprende una lucha un poco quijotesca contra el olvido eficiente, necesaria, al menos para mí, al evitar borrar un pasado no tan lejano.
-¿Se leen estos libros en Cuba?
-Mis libros en Cuba circulan poco y nada. Hace 26 años Tusquets primero me publica en España, después en América Latina y le da los derechos a un sello cubano, porque en Cuba no se importan libros, además de que sería imposible venderlos a 25 euros porque eso es lo que gana un cubano en un mes. Hacen ediciones pequeñas y hasta ahora publicaron prácticamente todas mis novelas, aunque “La transparencia del tiempo” aún no ha podido salir por falta de papel. Pasa algo muy curioso, una especie de solución no del todo satisfactoria que a mí no me molesta, «Personas decentes» salió el 31 de agosto en España y el 1 de septiembre ya había una copia pirata circulando en sitios cubanos y mucha gente la lee.
-Vos no sos un muerto civil en la isla.
-No precisamente, sigo escribiendo que es lo más importante. Yo entro y salgo, aunque soy bastante invisible aquí, mis libros se publican pero no se promueven, me entrevistan muy esporádicamente en la TV y los periódicos cubanos casi no hablan de mi.
-«Personas decentes» habla todo el tiempo de la falta, del abismo entre las posibilidades materiales de unos y otros: de “una Cuba siempre más pobre que afortunada”.
-Pasa que hasta los 80 hubo un tejido social muy compacto, casi todos éramos muy iguales, aunque unos menos iguales que otros. En los 90 nos empobrecimos todos y empezaron a aparecer bolsones de miseria y destellos de riqueza, todo ese mundo que se mueve alrededor de los sitios de moda en Cuba.
-En el relato de principios de siglo XX que desarrolla la novela deja claro que lo que tampoco había en ese momento era un tejido social compacto.
-Era lo lógico en un país destruido por la guerra de independencia con dos intervenciones norteamericanas que, por un lado, humillaban el sentido nacional, pero por el otro implicaban mejoras. Esos interventores trataron de tener una infraestructura en su protectorado. De esa época son el Malecón, el Palacio Presidencial, la Estación Central y el crecimiento del barrio de alta burguesía que la novela recorre hasta llegar a los barrios más empobrecidos, incluido el de la prostitución.
-El acercamiento con Estados Unidos quedó rápidamente trunco con el gobierno de Trump. Ahora que Biden gobierna Estados Unidos, ¿qué expectativas tiene?
-La época de Obama fue muy peculiar dentro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos de los últimos 60 años, fue un momento de muchos encuentros: culturales, académicos, deportivos, religiosos. La gente iba y venía, los cubanos iban a pasar el fin de semana a Miami, los cubanos de Miami venían a pasar el fin de semana a Cuba, y todo eso desapareció con Trump, que potenció el bloqueo, y se extendió con la pandemia y el cierre del turismo, sumado a la ineficiencia económica del sistema cubano, creando la crisis que se está viviendo ahora, con grandes carencias de prácticamente todo y con una manifestación muy compleja que es el exilio. Se está yendo muchísima gente de Cuba.
-Esa cuestión migratoria es un debate muy presente al interior de las amistades de Conde. “Los cubanos se secan por agotamiento o por exposición a la nostalgia y la ajenitud”, dice cuando el Conejo debe decidir si volver a la isla porque caduca la visa o si permanece con su hija y nieta en Miami donde como jardinero cobra más que la jubilación de historiador en su país.
-Yo vivo aquí, escribo ahí, esa realidad es mi alimento artístico, siento que tengo una responsabilidad civil, ni política ni social, de expresar determinadas ideas y la posibilidad de hacerlo a través de mis libros. Lo raro es que un cubano se vaya de Cuba. Irse de Cuba hasta ahora no ha sido una opción.
-Pero vos la pasás mejor que otros cubanos.
-Soy una persona muy privilegiada en todos los sentidos, soy un escritor que puede vivir de sus derechos y eso es un privilegio universal, que me permite trabajar sin preocuparme por encontrar el dinero para seguir viviendo. Y como mis derechos fundamentales son fuera de Cuba es una situación económica diferente a la de la mayoría de los cubanos, que ganan en pesos cubanos, una moneda absolutamente devaluada en un país donde no se sabe lo que vale nada. En ese sentido ocurre algo muy parecido a la situación argentina, pero mucho más grave, porque aquí tú no tienes demasiado dinero pero puedes ir al mercado e intentar comprar las cosas, en Cuba incluso a veces tienes mucho dinero y en el mercado no hay nada que comprar.
-“Personas decentes” es un título de gran carga moral.
-La decencia es una actitud ética, de comportamiento y de relación con las demás personas y aquí hay un personaje que es Mario Conde, blindado desde el principio con una decencia que le permitió siempre juzgar a los indecentes.
-Son más de 20 años con Conde. ¿Puede ser que se haya vuelto un poco verde? Habla de “la grupa” de Anita Ekberg, se detiene en el escote de la hija del represor, en el de la hija del artista censurado, en el del torso descuartizado. Se lee: “dijo Conde, nadando contra la corriente que lo arrastraba hacia la contemplación siempre satisfactoria de un buen par de tetas”.
-Conde y su creador son dos admiradores absolutos y rendidos de la belleza femenina, yo no puedo evitar cuando estoy en un lugar y hay una mujer bella mirarla, es un placer estético. Uno de los grandes milagros de la creación es la belleza femenina.
-Hace algunas entregas que Conde expresa su temor ante la posible indignidad de la vejez.
-En Cuba el promedio es de 80 años y como persona que va viviendo el último cuarto de vida para mí es inevitable que Conde hable sobre el paso del tiempo, de alguna manera lo uso para autoanalizarme, y estoy en el final de la vida promedio de un cubano promedio.
-Pero vos no sos promedio.
-No lo sé, no lo sé.
Fuente: Telam