El 17 de octubre de 1945 nacía el peronismo en una larga jornada colectiva que terminó con el rescate del entonces coronel Juan Perón del retiro forzado de los asuntos públicos, y ese mismo día el nuevo movimiento político tuvo su primera víctima: Darwin Passaponti, de 16 años, estudiante del Normal Mariano Acosta, asesinado de un balazo.
El disparo mortal partió pasada la medianoche desde el edificio del diario Crítica, en Avenida de Mayo 1333 del centro porteño, cuando la multitud que había exigido el retorno de Perón se desconcentraba proveniente de Plaza de Mayo y un grupo de jóvenes de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (Unes), Passaponti entre ellos, pasaba frente al diario.
En la edición vespertina (quinta) de aquel 17 de octubre, Crítica -que desde sus páginas enfrentaba al Gobierno de Edelmiro Farrell pero en particular al secretario de Trabajo y Previsión- había publicado en su portada un título que se haría famoso: «Grupos aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de intimidar a la población.»
El crimen de Passaponti se produjo en medio de un episodio muy tenso sobre el que hay diferentes versiones aunque está claro que comenzó con un intercambio de insultos entre manifestantes que volvían de la concentración por la libertad de Perón y su restitución en los cargos, por un lado, y un grupo de izquierda que permanecía dentro de las instalaciones del diario Crítica, por otro.
Uno de los jóvenes que participó de la jornada del 17 de octubre, que desconcentró por Avenida de Mayo en dirección a Once porque «ya no había subterráneo» y que pasó caminando frente al edificio de Crítica, fue Aldo Capece, hoy de 94 años, en 1945 alumno secundario con 17 años en el Colegio Industrial Otto Krause de la calle Paseo Colón, en el Bajo porteño.
Capece, doctor en Química y Ciencias Exactas de la Universidad de La Plata (UNLP) y militante histórico del peronismo en la localidad bonaerense de Merlo, recordó en diálogo con Télam que la jornada del 17 de octubre de 1945 «culminó como a la medianoche» por lo que, en razón de la hora, muchos grupos decidieron volver hasta Once «caminando por la Avenida de Mayo».
«En uno de esos grupos iba Darwin Passaponti. Iba cantando como todo el mundo. Al llegar a la altura del diario Crítica (en Avenida de Mayo 1333, donde hoy funciona una repartición de la Policía Federal), que tenía los talleres en el subsuelo, salió desde ahí, desde como una ventanita de hierro, un disparo que le dio en el corazón a Darwin, que cayó muerto, e inexplicablemente nunca hubo un pedido de justicia», contó Capece.
La reconstrucción del crimen que hizo el historiador Roberto Baschetti varía en algunos detalles: consultado por esta agencia, señaló que «cuando las masas se desconcentraban fueron tiroteadas desde los balcones del diario Crítica» aunque «otras fuentes dicen que fue al revés, que los manifestantes atacaron al diario y que desde allí dispararon para defenderse«.
En cualquier caso, subrayó Baschetti, «lo concreto es que producto de esa acción murió de un tiro en la cabeza con solo 16 años Passaponti, joven nacionalista afiliado a la Unes, el primer mártir del peronismo insurgente».
La temprana muerte de Darwin Passaponti aparece reflejada en el libro «Tacuara» del periodista Daniel Gutman (la Unes estaba asociada a la Alianza Libertadora Nacionalista), como también en la biografía de Álvaro Abós sobre el magnético fundador del diario Crítica, el empresario de medios Natalio Botana.
En ese último libro, un periodista que en 1945 trabajaba en Crítica dijo que los jóvenes estudiantes de la Unes habían intentado prender fuego la puerta del edificio del diario con un par de sillas de bares cercanos y que en un momento ambas partes empezaron a dispararse, tiroteo que terminó con la muerte «de un pibe nacionalista, Darwin Passaponti».
Sobre el mismo hecho, el fallecido poeta Alfredo Carlino, otro asistente del 17 de octubre cuando tenía apenas 13 años y trabajaba como cadete en el diario The Standard, contó alguna vez que desde Crítica «tiraban al montón», por lo que «cayó él (por Passaponti), que era íntimo amigo, como podía haber caído yo».
En su testimonio, Carlino rechazó que la gente que se había movilizado por Perón hubiera «causado desmanes» al llegar a Avenida de Mayo al 1300 y dijo que en ese lugar, más bien, ocurrió «todo lo contrario, nosotros fuimos víctimas», replicó.
El historiador Norberto Galasso, autor de un libro sobre la jornada fundacional del peronismo (lo tituló «17 de octubre de 1945», lo publicó Página/12), recordó en diálogo con Télam el crimen de Passaponti al subrayar que «desde adentro (del diario Crítica) lo balean y matan».
Galasso profundizó luego sobre la familia del estudiante nacionalista que apoyaba Perón y llegó muerto al hospital Durand, cuyo padre Trento Passaponti -farmacéutico de ideas anarquistas y obvia ascendencia italiana- había conocido a su esposa, la entrerriana y muy creyente Cándida Quiroga, al compartir aulas en la Universidad de Tucumán.
Trento y Cándida se establecieron en la localidad santafesina de Zenón Pereyra, en el centro-oeste provincial, donde nacieron dos hijas mujeres y finalmente Darwin, pero años después se mudaron al barrio porteño de Caballito, para abrir allí una farmacia en la esquina de Acoyte y Neuquén, actividad que daba sustento a la familia y acompañó a Trento a lo largo de su vida.
Al farmacéutico le gustaba escribir, a mediados de los ’40 ya había escrito una pieza teatral («La hora incierta») y luego publicaría una novela («La Chacra del Mangrullo»), un gusto que probablemente transmitió a su hijo Darwin: tras su muerte, un poema del joven militante circuló entre quienes compartían sus ideas.
El poema adquirió otra carga simbólica tras lo que ocurrió con él en la noche del 17 de octubre: «Quise cruzar la vida con la luz del rayo que el espacio alumbra, seguro de no vivir más que un instante, seguro de no morir debilitado. Así como el rayo, corto, breve y soberano», había escrito Passaponti en lo que, sin buscarlo, pareció un ejercicio premonitorio.
La muerte del estudiante secundario en la jornada que consagró un nuevo liderazgo y ratificó la irrupción de un movimiento de masas de extracción obrera no fue pasada por alto por el propio Perón.
En una carta dirigida mucho tiempo después a Trento Passaponti, fechada en 1967 y enviada desde Madrid, estando ya exiliado, Perón definió al joven asesinado como el «primer peronista» y dijo que a la distancia formaría parte «con emoción» de un homenaje que se realizaría en el cementario de la Chacarita.
Trento, por su parte, adscribió con convicción al peronismo y tras mudarse con su familia a la localidad bonaerense de Moreno abrió allí otra farmacia y hasta llegó a ser candidato a intendente de la comuna por el partido Unión Popular (sello utilizado por el PJ, proscripto) en las elecciones bonaerenses de 1962, en las que compartió la boleta con la fórmula Andrés Framini-Marcos Anglada.
Fuente: Telam