La mexicana Natalia Beristáin emprende en «Ruido» un relato de ficción en el que muestra la lucha de las mujeres en México para encontrar a sus familiares desaparecidos, ante un crimen organizado manejado por el narcotráfico y un Estado cómplice, situación que, en su opinión, ha desatado una virulencia nunca vista contra las mujeres en su país.
«No estoy segura de que el auge del feminismo haya movido las cosas para bien en México. Creo que estar tomando los espacios, con mucha más voz, ímpetu y una rabia que antes no mostrábamos, ha desatado una ola de virulencia contra la mujer jamás vista», dice Beristáin a Télam, sobre esta coproducción mexicana-argentina que desde ayer se puede ver en salas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), Córdoba y Rosario.
Beristáin, con un tono seguro pero que denota angustia, cuenta desde México que hoy se ven casos de mujeres quemadas por sus parejas en plazas públicas: «Ha crecido el horror -sostuvo- porque la mujer ha tomado un lugar que antes se veía de a cuentagotas. Ahora hay una marea y siento que las aguas van a tardar un rato en calmarse».
Protagonizada por Julieta Egurrola, una institución de la actuación mexicana y madre de la directora, «Ruido» presenta la desesperación de Julia en la búsqueda de Ger, su hija desaparecida nueve meses atrás mientras estaba de vacaciones. La película comienza con ella y su marido en la fiscalía, a la espera de reconocer el cuerpo de una joven que podría ser su hija.
A partir de allí, se inicia el raid por diversos lugares de México, que incluye tanto oficinas de abogados (fuertemente custodiados), comisarías perdidas que a cambio de dinero les abren algunas puertas, el enfrentamiento con narcotraficantes y el acompañamiento a familiares que, rastrillando por su cuenta, buscan cuerpos o pistas de los desaparecidos.
«La verdad es que la realidad supera a la ficción, como siempre. Todas y cada una de las cosas que se muestran están documentadas y basadas en hechos reales. Hay redes de mujeres que sostienen unas a otras, pese a los contextos que viven. También está el poder de lo colectivo, que en este mundo individualista, recupera el aliento perdido. Muy pronto decidí que mucho de lo que investigué terminaría hilvanándose en la trama. No es una sola historia la que cuento, sino muchas, que, lamentablemente, existen», explica Beristáin.
A Julia la acompaña una joven periodista (Teresa Ruiz). Con ella se sumerge en manifestaciones y en algunas trampas tendidas por la policía al servicio del narcotráfico. La línea entre el Estado y las mafías es tan delgada que los ciudadanos no saben a quién acudir o de quién huir. Los fiscales pasan de a uno por sus puestos, abandonados ya sea por la inutilidad del mismo o el riesgo de vida que corren como funcionarios.
«La idea surge porque vivo en México -detalla-. Hace muchos años vi ‘Romeo y Julieta’ y me conmovió ver al padre llorar a su hija. Eso, a su vez, me llevó a pensar que en mi país hay 100.000 desaparecidos. Eso me llevó a investigar y sensibilizarme con este horror que atraviesa a las familias».
Es su tercera película tras «No quiero dormir sola» y «Los adioses», y por eso Beristáin sabía que hacer un filme implica varios años de compromiso con el tema y ello la hacía dudar en sumergirse en algo tan escabroso: «La necesidad de abordarlo siempre estaba. Y, sin duda, mi maternidad me empujó a acompañar a estas familias, que buscan a sus seres queridos. Y no ha sido fácil, pero por suerte yo lo ataco desde la ficción, no es un dolor o un horror que me haya atravesado, aunque en este país le puede pasar a cualquiera. Quisiera que esta película nos envuelva y nos proteja de una realidad terrible, en un país que está en guerra con sus mujeres».
– ¿Por qué creés que son las mujeres, y no los hombres, los que encabezan las búsquedas? Sucede en México, pero sucedió y sucede en la Argentina.
– Creo que no hay una sola respuesta. Cada familia y búsqueda tiene su propio contexto. Hay muchos casos en los que para que las madres y hermanas puedan salir y buscar, el hombre se tiene que quedar y sostener la economía familiar. Sin duda, también hay un lado donde el patriarcado nos atraviesa y se espera que el hombre no muestre sus miedos. Cuando uno sale a buscar en el campo, se topa con su vulnerabilidad. Las mujeres, en ese sentido, también hemos sido educadas para estar en mayor contacto con ese lado fallido y vulnerable. Eso permite encontrar fuerza para salir y poner la cara y no parar de buscar. Hay mujeres que han encontrado y siguen ayudando en otras búsquedas. Pero hay tantas razones como contextos nos atraviesan.
– ¿Tuviste temor al momento de investigar y filmar?
– El miedo de entrarle a una temática así es pequeño al lado de estas buscadoras. Solo queda acompañar a la película para empatizar con el tema y entender que cada persona desaparecida es como una parte de nuestro cuerpo que desaparece. El tejido social está roto y solo se puede reconstruir en comunidad.
– Tu madre es una institución en México. ¿Cómo fue dirigirla?
– No fue fácil, pero nunca supuse que lo fuera a ser. Supongo que a la hora de ponerlo en la balanza, había cosas que me atraían de trabajar con una actriz como ella, que es un paradigma de la actuación, y como directora era un reto, un lujo y un gozo. Por otro lado, creo que fui entendiendo con el paso del tiempo que hacer una película en familia me hizo sentir cobijada y acompañada, lo que me permitió entrar en esta temática con el corazón y la cabeza lo más abierto posible. Sin dudas no fue fácil porque lo íntimo y la cotidianidad se mezclan, pero creo que al final ayudaron a la película.
Fuente: Telam