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El mundo, que desde hace unos ocho meses asiste conmocionado a la guerra entre Rusia y Ucrania y la consecuente preocupación de que escale hacia una confrontación nuclear, vivió hace 60 años una situación similar en la denominada crisis de los misiles, un episodio que estuvo a pocas horas de desatar una guerra atómica entre soviéticos y estadounidenses.

Bombardeo en Ucrania Foto AFP
Bombardeo en Ucrania / Foto AFP

Fueron al menos 13 días que mantuvieron en vilo a alrededor de 3.000 millones de personas que habitaban el mundo, muchas de las cuales tenían fresco el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial, concluida apenas 17 años antes, que había dejado un mundo bipolar dedicado a la carrera espacial y la Guerra Fría: la confrontación entre quienes, luchando a la par, habían logrado terminar con los sueños imperialistas y genocidas de Adolf Hitler.

La historia reconoce como la fecha de inicio de la crisis el 14 de octubre de 1962, con el descubrimiento de rampas de misiles soviéticos en la Cuba socialista surgida casi tres años atrás con la revolución castrista, una verdadera piedra en el zapato para el líder indiscutido de Occidente, Estados Unidos.

Los misiles soviéticos habían comenzado a llegar a Cuba en junio de ese año en el marco de la operación secreta bautizada Anadir y su presencia no había surgido de la nada.

El 3 de enero de 1961, a un año del comienzo del gobierno de la Revolución, liderado por Fidel Castro, el presidente de EEUU, Dwight Eisenhower, rompió relaciones diplomáticas con Cuba, y tres meses después pretendió invadir la isla caribeña en Playa Girón.

Sin embargo, el intento, que contó con la participación de unos 1.500 militares que habían sido entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Guatemala, fracasó rápidamente frente a la resistencia de las tropas revolucionarias.

Estados Unidos Rusia Crisis de los misiles
Estados Unidos – Rusia: Crisis de los misiles

Para la gran potencia mundial fue un mal trago, tan difícil de digerir que hizo que los jefes de la CIA buscaran otros métodos de intervenir en la isla rebelde, como la llamada Operación Mangosta, que organizó actos de sabotaje, infiltraciones y atentados que desestabilizaran al gobierno cubano.

Aquel 1962 había comenzado también con otro golpe diplomático, cuando la Organización de los Estados Americanos (OEA), presionada por EEUU, decidió expulsar de su seno a Cuba.

Frente a este panorama, en junio de 1962 Cuba y la Unión Soviética acordaron instalar misiles nucleares en territorio cubano, con la convicción de que era el único medio de disuadir a Washington de que intentara nuevas invasiones.

Octubre 1962

El 22 de octubre, el presidente John F. Kennedy le habló por televisión al pueblo estadounidense para revelar la existencia de los misiles soviéticos en Cuba y anunciar su decisión de imponer un cerco naval alrededor de la isla.

El líder demócrata detalló en su mensaje que la Unión Soviética había instalado 42 misiles con capacidad de cargar cabezas nucleares en la isla y le advirtió a su pueblo que quizás tuviera que pagar, otra vez, «el precio de la libertad», en obvia referencia a la incorporación de EEUU a las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial.

Al día siguiente, gran cantidad de barcos y aviones de guerra estadounidenses se desplegaron en la zona del mar Caribe.

El 24, el líder soviético Nikita Krushev comunicó a Kennedy que su país consideraba al bloqueo como una agresión.

Un día después, la OEA impuso sanciones al gobierno cubano y estableció un bloqueo naval para impedir la llegada de buques soviéticos a la isla.

Ante la perspectiva del inicio de una guerra abierta, el 26 de octubre Kruschev le comunicó a Kennedy que retiraría sus buques del Caribe si el gobierno estadounidense renunciaba a derrocar al gobierno castrista.

El 27, las defensas antiaéreas soviéticas derribaron un avión espía estadounidense que sobrevolaba la isla. La tensión crecía hora a hora y sólo un espacio de diálogo podría evitar el enfrentamiento a nivel mundial con uso de armas atómicas.

Kruschev insistió a Kennedy que la URSS estaba dispuesta a desmantelar las rampas a cambio de la garantía de que EEUU no realizaría ni apoyaría una invasión a la isla y desactivaría las bases de misiles de la OTAN situadas en Turquía.

En una carrera contrarreloj, los diplomáticos soviéticos y estadounidenses realizaron negociaciones secretas durante todo el día 27, en la certeza de que aquella podría ser la última oportunidad para la paz.

Kennedy y su gabinete aceptaron la oferta soviética en las primeras horas del 28, con lo que se llegó a un acuerdo y se logró superar la crisis.

La negociación fue entre EEUU y la URSS, aun cuando los misiles estaban en suelo cubano. Fidel aprendió así que Cuba sería, como el resto de los países del mundo, apenas receptor de las alegrías o desgracias que depararían esas negociaciones.

Noviembre

En los primeros días de noviembre, el espionaje aéreo estadounidense constató que buques soviéticos retiraban el armamento nuclear desplegado en Cuba.

El 20 de noviembre el gobierno de Estados Unidos puso fin a sus patrullajes navales.

Dos días después, el Kremlin le informó a Castro que su presencia militar en la isla quedaría limitada al uso de armas convencionales.

La crisis de los misiles duró apenas dos semanas, pero marcó un antes y un después en el mundo bipolar y en la relación entre EEUU y la URSS.

Las dos superpotencias crearon un canal de diálogo, que el mundo terminó incorporando con el mito del teléfono rojo y, al año siguiente, junto con Reino Unido, firmaron el tratado de prohibición de pruebas nucleares en la atmósfera, el primer reconocimiento oficial del temor que compartían todas las potencias, de un lado y del otro de la cortina de hierro.

Hace una semana, el presidente estadounidense Joe Biden recordó este hecho histórico al asegurar que actualmente el mundo está acechado por un «Armagedón» nuclear por primera vez desde la Guerra Fría: «Por primera vez desde la crisis de misiles en Cuba, tenemos una amenaza directa del uso de armas nucleares».

Fuente: Telam

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