La salud es un estado de completo bienestar, físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades, describe cualquier reseña al googlear «salud».
Hace mucho tiempo se dejó de ponderar la salud física a costa de la salud mental y social, para comenzar a pensarnos desde una perspectiva de salud integral. Ahora bien, ¿qué nos sucede cuando se habla de la salud de las personas gordas?¿Por qué nos cuesta pensarla desde una perspectiva de salud integral?¿Por qué seguimos pensando que podemos opinar libremente de la salud de las personas, a partir del tamaño de su cuerpo?.
Es de público conocimiento que la caracterización del gordx como enfermx lleva a generar actitudes y políticas de odio hacia estas identidades. Existe un sistema cimentado sobre estas lógicas, que no hacen más que perpetuar el hostigamiento, humillación y opresión que sufrimos a diario las personas gordas.
¿Desde cuándo ser gordx se ha convertido en el peor de los diagnósticos clínicos? Uno que puede hacerse a simple vista y sin ningún exámen médico. Personalmente, creo que el único diagnóstico que puede hacerse sin estudios es el del nivel de prejuicios y estereotipos que bombardean nuestras subjetividades desde la más temprana infancia.
Les invito a preguntarse: ¿Qué pasa con las infancias gordas que crecen y configuran subjetividades a partir de estas opresiones y violencias sistemáticas? ¿Qué pasa con esas personas cuando crecen y continúan habitando una corporalidad gorda, luego de incontables intentos de dietas destinadas al fracaso? ¿Qué le sucede a un cuerpo que baja y sube de peso continuamente, porque no podemos comprender que las dietas no funcionan?
Podemos redactar un largo historial con las situaciones violentas y estigmatizantes a las que nos enfrentamos a diario por habitar una corporalidad gorda. Hay gente que invierte todo su dinero y hasta la vida por no ser gordxs, pero ¿qué sucede con nuestra salud mental? ¿Y qué hay de nuestra salud social y de los espacios que dejamos de ocupar? ¿Y de los médicos que evitamos porque sabemos que nos mandarán a bajar de peso ante cualquier dolencia?. Parece ser que lo único que nos permitirá ser escuchadas es cambiar
nuestro cuerpo. ¿No deberíamos, en cambio, preocuparnos por ser el segundo país en el mundo con más casos de trastornos alimenticios?.
Hay una urgencia y está clara. Nos urge, como mínimo, problematizar estas cuestiones y es imperioso hacerlo desde una perspectiva integral de la salud. Entonces, habrá tiempo para la reparación histórica que merecemos, porque ser gordx en esta sociedad no es un hecho menor, no es algo ligado a la vida privada o a la intimidad. Ser gordx en esta sociedad es un acto sumamente político y representa un temor mundial materializado.
Nuestros cuerpos gordos son fabricados como estigmatizables. Al igual que el cuerpo puto, marica, lesbiano, trans, migrante, negro, marrone, bi, disca, intersexual y cualquier cuerpo que salga de la norma, cualquier cuerpo que rebalse, que no encaje, que se exceda. Aún así, proclama Judith Butler, no hay que mantenerlos en el dominio de lo indecible, porque así persevera su potencial hiriente. A estos nombres hay que levantarlos como bandera, y sacarlos del silencio quizá nos ayuda a usarlos para cosas impensadas. ¿Qué tan impensado es entender que existen cuerpos más grandes que otros y aprender a vivir con ello?
Fuente: Telam