Si antes de comenzar la actual Liga buscábamos a Sarmiento, lo encontrábamos en el puesto 26 (de 28) de la aterradora tabla de promedios: 37 milésimos de punto lo separaban de la dead line del descenso. Y si buscábamos apostadores por el futuro del equipo en la categoría, no íbamos a encontrar multitudes comprando fichas.
Sarmiento consiguió este sábado -con un 1-1 increíble, emotivo, ante Barracas- asegurarse la permanencia en Primera por otra temporada. De yapa, no resigna la lucha por entrar en la Sudamericana, objetivo que le agrega picante a su cruce del miércoles ante Boca en Junín.
Un partido con final vibrante ante Barracas (Prensa Sarmiento).
Más allá de que el derrumbe de Aldosivi (que desde que empezó este torneo fue superado en los promedios por seis equipos) y de lo tan abajo que empezó esta recta final Patronato (hoy, casi condenado, tiene un rendimiento que recuerda lo injusto del sistema de promedios), no es poco mérito haber zafado de ese infierno cuatro fechas antes de terminar.
Sucede que, entre los pocos que apostaron por Sarmiento estuvo su entrenador Israel Damonte, y logró convencer (la principal de las artes de un técnico) a sus jugadores de que era posible. Más de una vez se le ha reclamado a este equipo una audacia y un protagonismo propios de los que gastan a cuenta con el bolsillo del otro. Sin noción del presupuesto disponible y la realidad del día a día que enfrentan en Junín.
Y más de una vez los hemos hecho blanco de comentarios malhumorados cuando, al compás de la “rapiña” de puntos, se los veía dormir los partidos. Quizá una parte del pasado de Damonte por Estudiantes de La Plata contribuya a asociarlo con “la escuela”, todo un preconcepto con orígenes verificables pero utilizado indiscriminadamente para la descalificación.
Sarmiento no consiguió 31 puntos en este torneo con el mero expediente de tirar jugadores al piso para hacer tiempo, y Damonte va componiendo un perfil de entrenador estudioso, inquieto, táctico, perseverante, “un laburante del fútbol” según lo definen quienes más lo conocen. Y cuya juventud (40) le da aire para aprender, moderar sus obsesiones y corregir desvíos.
Fuente: Olé