Minuto 48 con diez segundos del primer tiempo. Franco Armani ya voló. Está suspendido en el aire de Paraná. Sus brazos y las piernas lucen completamente extendidas; las palmas, abiertas, despejan el disparo Justo Giani. Y también las dudas: él es capaz de hacerlo. Por eso, a apenas cae, se levanta. Y agita sus puños frente al público disimuladamente neutral.
Lo hace una y otra vez, Franco. Choca hombro con hombro con De la Cruz, pecho con pecho con Casco, recibe una palmadita de Enzo Pérez. Se saluda con Herrera, luego vuelve la mirada al cielo y agita otra vez los guantes hacia arriba. Se desahoga. Porque así, River puede seguir aspirando a la victoria. Pero también por algo más.
Porque Armani lo hizo de nuevo. Por tercera vez en los 90 minutos desde que juega en River. Cinco si se cuentan los dos de la la épica serie frente a Cruzeiro, en Belo Horizonte, por los octavos de final de la Copa Libertadores 2019. Sintió, Franco, que ameritaba semejante descarga en el Grella.
Porque a pesar de sus enormes atajadas en momentos decisivos -sin ir más lejos, en Entre Ríos también les desvió un remate a Marcelo Estigarribia y un cabezazo a quemarropas de Jonathan Herrera- hay quienes le achacan el no ser un especialista en el fuero penal. Por eso tal grito con bises.
El último penal que había atajado Armani
Volvió a ser determinante, Armani, en un remate desde el punto del penal. Como este mismo año, frente a San Lorenzo, cuando en el Pedro Bidegain desvió con la pierna un remate de Nicolás Fernández, sosteniendo una victoria 1-0 (gol de Paulo Díaz).
Hasta anoche habían pasado cinco tiros convertidos desde aquel 5 de marzo, cuando el Pulpo adivinó el tiro de Uvita. Uno de ellos, decisivo para la suerte de River en la Libertadores: el del único gol de la serie ante Vélez.
Fuente: Olé