Luego de analizar 5.000 cuadros vendidos en los últimos años en todo el mundo, la historiadora, artista y curadora británica Helen Gorril descubrió que las obras de arte realizadas por hombres cuestan diez veces más que las que llevan la firma de mujeres, y responsabiliza a los museos de ser cómplices porque sus adquisiciones afectan el valor de mercado: «Hoy los museos deberían coleccionar solo obras de mujeres, hasta que las cifras se igualen», dice la autora a Télam.
Gorril realizó un pormenorizado análisis que volcó luego en su libro de sarcástico título «Women Can’t Paint» («Las mujeres no saben pintar»), publicado en inglés por Bloomsbury, en el que afirma que «por cada libra que gana un artista masculino por su obra, una mujer obtiene apenas 10 peniques».
«Me fijé en todo lo que se pueda imaginar -cuenta Gorril en diálogo con Télam-: si era un óleo, acuarela, acrílico o técnica mixta, si el soporte era un lienzo, tabla o papel; la escala en tamaños, los colores, la luminosidad u oscuridad, la temática, si la obra es abstracta o figurativa. Toda la gama de características estéticas que puedas imaginar de un cuadro».
«Fueron en total 40 variables de cada cuadro (de los 5.000 que estudié) que pasé por un programa estadístico para ver si había alguna relación significativa entre el género y la estética, el género y el precio, y muchas otras cuestiones, como la edad del artista, dónde nació, la raza, etcétera. Y descubrí que hay muy pocas diferencias estéticas entre los cuadros de los hombres y los de las mujeres. Pese a eso, el arte producido por hombres se valora hasta un 80 por ciento más que el de las mujeres», apunta.
El libro que lleva por subtítulo «El género, el techo de cristal y los valores en el arte contemporáneo» es un estudio pionero sobre género y mercado, donde la autora menciona, por ejemplo, que el cuadro más caro jamás vendido en la historia -«Salvator Mundi», de Leonardo da Vinci- alcanzó los 450 millones de dólares, mientras que el récord mundial de una artista femenina, Georgia O’Keeffe, es de sólo 44,4 millones de dólares, «la décima parte», protesta Gorril. Y si de artistas vivos se trata, Jeff Koons ostenta la mayor recaudación, con 91 millones de dólares, mientras que el récord femenino de la artista inglesa Jenny Saville es de 12,5 millones de dólares.
«Los museos tienen que empezar a coleccionar activamente el mismo número de obras de hombres y mujeres, y dejar de concentrarse en las obras masculinas. No sirve decir que van a coleccionar un 30% de obras de mujeres; ¿se supone que tenemos que estar contentos con eso?», exclama Gorril, -una de las exponentes de la 22 Cumbre de Género del Parlamento Europeo, que se realizará en noviembre de 2022- quien encuentra a estas instituciones como cómplices de este círculo vicioso, ya que la desproporción a favor de lo masculino se refleja en sus colecciones.
– Télam: ¿Cuál fue el disparador que dio forma al libro «Women Can’t Paint»?
– Helen Gorrill: En 2013, el pintor alemán Georg Baselitz hizo una declaración a la prensa internacional en la que decía que «las mujeres simplemente no pueden pintar». Argumentó que como las obras de arte de las mujeres valen menos que las de los hombres, esto demuestra, por tanto, que su trabajo no es tan bueno porque cree que «el mercado no miente». Esto me enfadó y decidí hacer un doctorado sobre este mismo tema para poder demostrar que Baselitz (al igual que otros misóginos) estaban equivocados. Después de terminar mi doctorado, llevé a cabo una investigación adicional para incluir un ámbito más amplio de pinturas, y entonces los derechos del libro fueron adquiridos por Bloomsbury.
– T: Explicás que hay pocas diferencias estéticas en la pintura de hombres y mujeres, pero que el arte de los hombres se valora hasta un 80% más que el de las mujeres. ¿Cuáles son los parámetros estéticos que utilizaste?
– HG: Me fijé en todo lo que se pueda imaginar: los medios de pintura (si era un óleo, acuarela, acrílico o técnica mixta), el soporte (lienzo, tabla o papel), la escala (en centímetros), los colores, la luminosidad u oscuridad general, la temática, si la obra es abstracta o figurativa. Toda la gama de características estéticas que puedas imaginar en un cuadro. Pasé 40 variables de cada cuadro (de los 5.000 que estudié) por un programa estadístico para ver si había alguna relación significativa entre el género y la estética, el género y el precio, y muchas otras cuestiones, como la edad del artista, dónde vive y trabaja, dónde nació, la raza/etnia y la nacionalidad. Al analizar las diferencias estéticas en función del género, descubrí que había muy pocas diferencias entre los cuadros de los hombres y los de las mujeres, por lo que pude demostrar que las opiniones de Baselitz se basaban exclusivamente en el género. Pese a eso, el arte producido por hombres se valora hasta un 80 por ciento más que el de las mujeres.
– T: ¿Cómo pueden los museos hoy cambiar la inequidad de género existente? ¿Qué medidas deben tomar?
– HG: Los museos tienen que empezar a coleccionar activamente el mismo número de obras de hombres y mujeres, y dejar de concentrarse en las obras masculinas. No sirve decir que van a coleccionar un 30% de obras de mujeres: ¿se supone que tenemos que estar contentos con eso, teniendo en cuenta que las mujeres son la mitad de la población y la mayoría de nuestros estudiantes de arte hoy en día? También tienen que asegurarse de que el arte de las mujeres no quede relegado a los almacenes del sótano, y organizar exposiciones que representen a todos los géneros en lugar de que la mayoría de las exposiciones colectivas tengan sólo una o dos artistas femeninas simbólicas. Los museos tienen que abordar esta cuestión de inmediato en lugar de decirnos lo mucho que están haciendo, porque eso es simplemente tapar las grietas. Los museos también deben tener una responsabilidad ética en materia de relaciones públicas a través de sus equipos de marketing, publicando constantemente comunicados de prensa en los que digan al público lo mucho que están haciendo para apoyar a las mujeres artistas; esta es una táctica dilatoria y se ha acabado el tiempo. En última instancia, sobre todo en el Reino Unido, los museos están financiados en gran medida por el contribuyente, por lo que el público debería ser consciente de que sus impuestos, ganados con tanto esfuerzo, están financiando inadvertidamente una desigualdad de género en la riqueza de nuestras comunidades de artistas.
– T: En el libro revelás cifras impactantes como que el cuadro más caro jamás vendido -«Salvator Mundi», de Leonardo da Vinci- alcanzó los 450 millones de dólares, mientras que el récord mundial de una artista femenina, Georgia O’Keeffe, es de sólo 44,4 millones de dólares. ¿Cómo se puede revertir esta situación?
– HG: Los museos son muy responsables de la diferencia de valores entre hombres y mujeres en las artes, debido a la relación directa entre las adquisiciones de los museos y el valor de las obras de arte de los artistas. El antiguo director de la Tate, Alan Bowness, escribió un libro titulado «Cómo el artista moderno alcanza la fama». En este libro afirmaba con toda claridad que sólo la obra de los artistas que son coleccionados por los grandes museos es la que sube a precios altos. Por lo tanto, al seguir coleccionando obras de artistas mayoritariamente masculinos, la Tate -por ejemplo- es muy consciente de que está creando una desigualdad de género. En resumen, los museos deberían simplemente coleccionar más mujeres artistas. Hay museos que ya lo están haciendo: los Museos Nacionales de Escocia, por ejemplo, y un excelente ejemplo también es el Museo de Arte Contemporáneo del País Vasco, en España, que, como resultado de la lectura de mi investigación, han emitido recientemente una política por la que sólo coleccionarán obras de mujeres artistas hasta que las cifras se igualen. Se trata de una iniciativa brillante y si todos los museos hicieran esto, con el tiempo y bastante rápidamente, podríamos esperar que los precios por género aumentaran en consonancia con las adquisiciones del museo.
– T: Uno de los libros más vendidos y estudiados sobre historia del arte, de Ernst Gombrich, menciona a lo largo de casi 700 páginas a una sola mujer artista y no incluye a Artemisia Gentileschi, ni a Frida Kahlo ni a Georgia OKeeffe. ¿Cree que deberían cambiar los libros de texto para los estudiantes de historia del arte?
– HG: Por supuesto. Los libros de historia del arte deberían empezar a considerar tanto a los hombres como a las mujeres y a los artistas no binarios en la misma medida, para que haya modelos de conducta para todos. El problema es que ahora mismo hay docenas de libros titulados, por ejemplo, «Mujeres artistas que deberías conocer» y, por tanto, estos libros excluyen a los hombres. Esta no es la respuesta. Alguien debería escribir un libro totalmente inclusivo.
Fuente: Telam