La actriz Nayra Muñoz Arancibia ofreció en la víspera un trabajo sensible y terminante como una mujer abusada en “Flores blancas”, con autoría y dirección de Natalio Bognanni, representando a la provincia de Jujuy dentro de la 36ta. Fiesta Nacional del Teatro, que se está celebrando en la ciudad de Resistencia, Chaco.
Con enorme comunicación con el público, Muñoz Arancibia fue un ama de casa y madre con ciertas aspiraciones culturales –es pianista-, cuyo esposo la lleva a vivir en décadas pasadas a un barrio aislado, que comienza a formarse todavía y donde en una casa lindera se establece una familia nueva.
El personaje se siente atraída de inmediato por el trato que le ofrece una vecina recién llegada cuya familia podría ser un reflejo de la suya, aunque en clave de clase media, cuyos contactos nacen a través de un hueco en el ramaje del ligustro que separa las viviendas.
Ese vínculo tan común en algunos barrios hasta no hace demasiado tiempo, donde vecinos y vecinas interactuaban hasta crear verdaderas amistades, es para la protagonista una alternativa a la mediocridad de su vida, alternada entre la atención a marido e hijos, el lavado agotador de manteles para un restaurante y el cultivo de pequeños cactus.
La mujer y sus hijos comienzan a divertirse –a escondidas, porque el marido es celoso de sus amistades- porque la vecina posee automóvil y ella conoce una libertad inimaginada hasta el momento. Porque el marido es violento, suele volver del trabajo alcoholizado y traduce la frustración en golpes.
Su recurso es ponerle algún somnífero en la cena, para que el hombre se duerma lo antes posible, pero la vecina y un grupo de amigas se ponen de su lado, propician su liberación y planean su traslado a otro sitio en la que comenzará una nueva vida junto a sus hijos.
Pero algo pasa y el día planeado para la mudanza –con lo mínimo, una valija y lo puesto-, la familia y su vecina desaparecen. ¿Por voluntad propia o por huida estratégica? ¿Qué ha pasado que de pronto se transforman en ausentes? El marido odia a la vecina “por sus ideas”, no se aclara cuáles.
¿Qué clase de pensamientos o militancia determinaron la ausencia de quienes iban a liberarla? La obra guarda deliberadamente esos secretos, pero pese a ello la mujer ya es definitivamente libre.
Con una escenografía (de Guillermo Rocha) de gran inteligencia en su simpleza, la obra de un solo personaje llega a la platea con nitidez y pasión, aunque el volumen mal calibrado de la música de Salerno Demián impidió por momentos la audición de las palabras en la función que se hizo en la Sala 88.
“Flores blancas” es de lo mejor visto hasta el momento en la Fiesta chaqueña.
Entre Shakespeare, la vida y el teatro
También interesó la porteña “Sueño”, una versión adaptada y dirigida por Emiliano Dionisi de “Sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare, imaginada para seducir al público menudo pero también a los mayores, con un elenco integrado por Lucía Baya Casal, Ramiro Delgado, Julia Gárriz y el propio Dionisi.
No es un estreno, se conoció en Buenos Aires en 2021 en la Usina del Arte, recorrió varias salas y participó ese año en el Festival de Teatro de Rafaela. Tiene su encanto en las actuaciones, en el vestuario de Marisol Castañeda, la escenografía de Gonzalo Córdoba Estévez, la música de Martín Rodríguez y la ingeniosa dirección.
Por su parte, Estela Díaz, Katy Moya y Ruth Ovin fueron las intérpretes de una extraña comedia, “Fantasmáticas”, en la que tres actrices muy mayores se refugian en una sala teatral a la espera de un gran espectáculo que las tendrá como protagonistas, aunque es posible que el fin de sus vidas llegue antes.
Con un tono de historieta gótica y comedia desfachatada tocada por el espíritu de Paco Giménez o José María Muscari, la pieza comienza con las protagonistas como falsas muertas y luego las hace divagar sobre la vida y el teatro, las hace discutir y soñar con lo imposible, sobre todo en el caso de una, que huye del grupo y cada tanto vuelve con una planta cada vez de mayor tamaño. La autora tendrá sus razones para eso.
“Fantasmáticas”, escrita y dirigida por Tanya Leyes, apuesta al desparpajo, no teme mostrar a sus intérpretes en la devastación física de la edad, las implica en escenas de exhibicionismos urinarios y termina transformándose en un fenómeno meta-teatral en el que no se sabe cuál es la frontera entre ficción y vida.
Fuente: Telam