La elección presidencial del domingo en Brasil será «un hito» en la historia de ese país e, incluso, podrá convertirse en «un punto de inflexión» en su historia democrática, reflexionó ante Télam la politóloga Ximena Simpson, directora del Observatorio de Política y Economía Brasil-Argentina (OBRA).
A pesar de ello, en las calles no se refleja la importancia de estas elecciones. La principal razón: el miedo. «La gente no está haciendo ningún tipo de demostración política», enfatizó la también docente e investigadora de la Escuela de Política y Gobierno de la Unsam. Simpson es una brasileña -puntualmente, carioca- nacida en México, que reside en la Argentina y cuya especialidad es la política comparada latinoamericana, específicamente en lo que se refiere a los determinantes políticos y económicos de las políticas públicas.
-¿Qué tiene de particular esta elección en comparación con otras anteriores?
-Esta elección es un hito en la historia de Brasil desde, por lo menos, la redemocratización (en 1985, tras 21 años de dictadura militar).
En términos de disputa electoral a nivel presidencial, se ve una polarización nunca antes vista. Por primera vez, se disputan dos visiones de mundo que no es solamente una disputa en términos programáticos de una agenda económica, estamos hablando de una posible ruptura de todo lo que es el modelo de democracia liberal que nosotros conocemos a la derecha y a la izquierda.
No es una disputa entre un gobierno de centroizquierda y un gobierno de derecha, va más allá, por eso puede ser un punto de inflexión en la historia democrática brasileña.
-¿Qué se está poniendo en juego?
-Ahí se juega la posibilidad de perpetuar o que se reproduzca la democracia liberal en Brasil. (El actual presidente Jair) Bolsonaro ha dado contundentes muestras de que el objetivo de él no es el fortalecimiento de un sistema de derecho republicano, por eso también las características de la elección en términos del armado de una coalición de apoyo prodemocracia a la candidatura de Lula, que va a desde el espectro de la derecha tradicional o más liberal.
Por otro lado, (aparece) una cosa bien «trumpista» que es un modelo de mundo, una visión de valores de lo que es la democracia que justamente se contrapone a esta coalición que consiguió traer Lula. Es una elección con mucha violencia, cosa nunca antes vista en Brasil en el período democrático.
-¿Cuál es el clima social? ¿Cómo se vive esa violencia política?
-Toda mi vida democrática en Brasil, como electora, siempre fui a votar con amigos y de ahí nos íbamos a tomar una cerveza, a festejar el voto, a ver las calles. Pero ahora nos vamos cada uno a la casa de alguien, y Lula incluso pide que la gente vote y se vaya a su casa, porque la mayor parte de los muertos, de los heridos y de las víctimas de violencia política han sido electores de Lula.
Entonces, es una elección muy particular en ese sentido. Lo que se ve de Río (de Janeiro), más allá de grandes manifestaciones, es que la gente no está haciendo ningún tipo de demostración política en las calles. Está todo muy «tranquilo». No pareciera que fuéramos a tener una elección de este tamaño el domingo que viene.
-¿Por miedo?
-Por miedo. Y otro dato interesante es que si bien el sentido común nos decía que aquellos electores vergonzosos, que no se animaban a decir a quién iban a votar, eran los electores de Bolsonaro, lo sorprendente fue ver que no, que los electores vergonzosos son los que van a votar a Lula, según una de las principales encuestadoras del momento, que es Quest.
Tallan allí dos hipótesis: en primer lugar, observaron que no sabían qué contestar cuando los grupos de bolsonaristas les decían «¿Pero vas a votar a un ladrón?», pero lo que se vio es que en gran parte no era debido a la no capacidad de respuesta, sino más bien por miedo a la reacción de quien pregunta.
-¿Cuáles son las principales demandas sociales?
-Cuando hablamos de elecciones tradicionales la demanda mayor, lo que rige quién va a ganar la elección, se da en general por una agenda económica. Ésta no es una elección tradicional. Acá se juega un sistema democrático o un sistema que no sabemos lo que pasa y que prioriza la familia, la religión por encima del Estado o el uso del Estado como ente controlador de la vida privada, ese el discurso de Bolsonaro y con lo que él consigue congregar más a sus seguidores.
-¿Qué hay detrás de ese discurso de Bolsonaro?
-Que un dirigente le hable a la población sobre religión y familia es el lema de la dictadura militar: «Dios, familia y Estado». No estamos hablando de un Estado laico y republicano. Esa no tiene que ser la discusión del presidente de la república. La discusión va por una agenda pragmática entre economía, administración pública, políticas públicas, desigualdad. Es lo que venimos viendo en todo el período democrático, pero no una agenda donde la división está entre un modelo conservador en torno a valores en lo que es la religión y la familia tradicional, no cualquier familia, sino la visión conservadora de la familia, donde la mujer está sometida al hombre, el hombre trabaja, es el proveedor y se basa en todo un ordenamiento de valores en esa línea de pensamiento contra las comunidades gays, contra todo el discurso del ambiente. Es una visión de mundo diametralmente opuesta a lo que sería los valores de una democracia liberal, a la derecha o a la izquierda. No es una cuestión de ideología en los términos tradicionales que conocemos de derecha e izquierda, tiene que ver con una visión diferente de mundo que rompe con el modelo de democracia liberal. Es una agenda de violencia, de flexibilización del uso de armas, es lo que se llama en Brasil la coalición de Bolsonaro: BBB (bala, buey y biblia).
A partir del gobierno de Bolsonaro hubo una violencia mucho mayor hacia la comunidad LGTBIQ+ y comunidad negra, un aumento exponencial de funcionarios militares y policías dentro de la administración pública, nunca antes visto una militarización de la administración pública. Al final del gobierno de (Michel) Temer eran más de 2.000 y en junio de 2021 eran más de 6.700.
-¿Qué cifras alcanzó Bolsonaro con respecto a la pobreza y el hambre?
-Volvimos a entrar en el mapa del hambre del mundo, del que habíamos salido con gobiernos del PT, no porque fuera solamente mérito del PT, pero sí del período democrático hasta un poco antes del gobierno de Dilma (Rousseff). Si bien la inflación está bajando, porque Brasil volvió a crecer después de la pandemia y hay una deflación, el nivel de pobreza y desempleo está alrededor del 10% y la desigualdad aumentó.
-¿Qué lugar tuvieron las redes sociales digitales?
-Las redes sociales fueron el gran cambio de paradigma del tipo de propaganda política de Brasil con la disputa bolsonarista. Cuando Bolsonaro fue candidato en 2017, la mayor parte de la campaña fue a través de WhatsApp y un número significativo de la población se informaba mediante el WhatsApp. Bolsonaro tuvo un juicio del Tribunal Superior Electoral por el envío de fake news por WhatsApp con el uso de bots. También Bolsonaro hace «lives» (vivos) y disemina mentiras a través de las redes. Una de las cosas que dijo es que quien se vacunaba contra la Covid-19 podría contaminarse de sida. El principal coordinador de campaña en redes es su hijo, Eduardo Bolsonaro.
-¿Qué rol va a tomar el bolsonarismo ante una posible derrota?
-No creo que el bolsonarismo muera con la derrota de Bolsonaro, pero el rol va a tener mucho que ver en cómo pierde o no esta elección y cuál sea el porcentaje. Eso es una incógnita, hay que prestar atención porque esto no se termina el domingo, ni el 30 de octubre.
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Fuente: Telam